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…Conforme avanzaban por el pasillo, se encendían automáticamente las luces. No había ventanales, ni ninguna clase de abertura en las paredes.

Una música ambiental constante, acompañaba durante dieciocho horas al día a las personas que habitaban ese mundo: Musicoterapia. La música adecuada para producir los efectos deseados en el organismo humano. Euforia, alegría, dinamismo, reposo, relax, todo estaba programado, según las necesidades de los quehaceres, también programados.

Con las luces ocurria algo parecido. Cromoterapia. Luz que producía las sensaciones necesarias para garantizar el rendimiento adecuado de cada uno, según el momento.

Aromaterapia…, potenciar mediante los olores las pulsiones físicas adecuadas, en el momento adecuado…
Todo era perfecto, todo estaba controlado para que cada individuo fuera el eslabón preciso en esa cadena perfectamente engranada en la existencia y  la vida en ese lugar.

Hacía mucho tiempo que vivían en esas condiciones, consideradas las  idóneas para que un ser humano fuera feliz. Pero el resultado era cuanto menos, cuestionable.
Sustancias químicas añadidas al agua y a la comida, conseguían un equilibrio emocional constante. Serotonina, Dopamina, Noradrenalina, Aceticolina. Encefalinas, Endorfinas, Glutamato, Ácido Nítrico…
Nada faltaba en el mundo donde vivían. Comida, trabajo, ocio… todo era posible, accesible.

Pero  había muchas personas que no se encontraban felices con su vida. Les faltaba algo; aunque que no sabían exactamente qué era.
Toda la ciencia  del conocimiento y la aplicación de pautas dirigidas a proporcionar felicidad, se habían puesto en marcha en las más prestigiosas Universidades…

Los más viejos del lugar, «sotto voce», y por lo tanto carente de toda credibilidad científica, hablaban de otra forma de vida de sus antepasados, que en algunos casos sí eran capaz de conseguir y hacer disfrutar de  felicidad.
«Felicidad»…, bueno, era un concepto que tampoco estaba demasiado claro…

Conforme avanzaban por el pasillo, una mezcla de desazón y euforia se adueñaba de ellos.
El profesor Martínez, apellido por lo visto muy antiguo, había descubierto una serie de hologramas, guardados bajo secreto sumarísimo y,  por medio de los cuales podrían explicar esas nuevas sintomatologías que tenían en jaque a una civilización considerada como la más equilibrada,  desde hacía muchas generaciones.

Entraron en la sala en silencio.
El profesor, el viejo profesor, unió el dedo índice a los labios, indicando que debían guardar el máximo silencio.
Era una zona restringida en un ala de la Universidad en donde no había ninguna actividad. Entraron en el aula, se acomodaron en los bancos que formaban un semicírculo alrededor de la mesa del profesor. Éste con paso ceremonioso, el que creía debía ser empleado en las grandes ocasiones, se dirigió al proyector holográfico, dormido en el sueño del olvido hacía años.

Se apagaron las luces y se hizo un silencio sepulcral  en sala. Inmediatamente, imágenes tridimensionales…, hologramas de selvas, bosques, playas, valles, cumbres y volcanes, acompañados de sus sonidos naturales, tanto de la fauna como de los elementos, se adueñaron de la sala, en un abrazo virtual a todos los asistentes.

Ocasos, amaneceres, erupciones volcánicas, ruidosos estruendos de mares embravecidos,  cataratas,  rápidos entre montañas,  peces saltando en los ríos y mares,  delfines y demás mamíferos  comunicándose bajo los océanos…
Un arco-iris, después del estruendo de los relámpagos en una tormenta.
El sonido cristalino de un riachuelo, de una pequeña cascada.
Rugidos de felinos en las savanas, piar de pájaros en los humedales…
Todo un mundo de sonidos, de color y vida,  que  hasta ahora desconocían.

Los ojos y todos los sentidos en total estado de alerta, eran incapaces de procesar toda esa información…
-Y …¿ésto qué es?
-Nuestro mundo antes que tuviéramos que vivir en su subsuelo.
-¿Y qué fué de él?
-Fué destruído…
-¿Quién lo hizo?
-Nosotros, nuestros antepasado…
Silencio….

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