@Marcelo ha hecho un intento d autolosis i l a conseguido.
@Autolisis?K kño s eso, k kiere decir?
@Se ha suicidado.
@Ahh, OK!Y kien es Marcelo?
@Si mujer, akl k ste invierno ns ncontramos n l Macbeth, akl tio tn guay k luego stuvo mogollón d tiempo nviandote sms de Whtsp y tb x l face. Staba x ti.
@N xageres. Si, s verdad k era muy gracioso, un pokito d pueblo kn akella cara tn colorada, xo gracioso.
@S k lo era, d pueblo, dgo. N t akerdas k ns djo k era pastor y k la mayor parte dl tmpo la pasaba n l monte kn ls ovejas?
@Ps n, n l prsté mcha atención. D k pueblo era?
@D aki al lado, x eso l sé, d Pdradita d ls Infantes. Mi madre knoce a la family y m l ha dxo. A mi m caia genial.
@Pues chika haber ido a x l, a mi n m interesaba.
@K insensible k eres, x Dios! Dcen k ha djado 1 nota y algo scrito n un blog.
@Kmo s llamaba?
@Marcelo Cajal y su blog s “La ventana del mundo”. Supongo k todavía stará colgado.
@Ok, vy a ver.
@Lo sabía, sabía k t pikaría la curiosidad. Yo tb lo miro ahora. Luego ns vemos dnd siempre. OK? Chao!
@Bye.
LA VENTANA DEL MUNDO
Para la posteridad, ya que como habéis podido comprobar al entrar en este blog, hasta hoy, mi último día en la tierra, nadie me ha leído. Tú eres el primero o la primera y te saludo y te doy las gracias de todo corazón convencido de que ya será un poco tarde, de que mi vida se habrá extinguido plácidamente, como tenía previsto, a la caída del sol aquí en el silencio del puerto, interrumpido únicamente por el balar estridente de las ovejas, tan exagerado que enmudecen el piar de los pajaricos. Así que no sabré nada de tu perfil, ni si opinas, ni si criticas; ni si secundas, ni si rechazas, como nada sé ahora cuando escribo estas líneas, ni he sabido nunca que he intentado comunicarme por la red. Sé que me lees porque ha corrido la noticia y el morbo te incita a ello. No, no te pongas colorada, a mí también me intrigaría. Ya que estás en ello, podrías revisar otras entradas del blog donde explico la vida de un pastor, como trabaja, como piensa y sueña pero sé que no lo harás, a estas alturas uno ya ha entendido que es obligada la brevedad, si no el mensaje pesa y empalaga. Así que te lo pondré fácil quien quiera que seas.
Cuando escribo esto, me llamo Marcelo Cajal, nacido en Pedradita de los Infantes hace veinticinco años y soy pastor, una profesión rural casi artesana y un poco rara para el siglo XXI. Lo soy por vocación, amo la naturaleza y los animales que conozco. Puedo asegurar que las ovejas y corderos que crío comen la hierba que crece en estos montes, incluida la que está bajo las piedras y que el sabor de la carne que nos comemos cuando los matamos, nada tiene que ver con los criados en cautiverio. Es más firme, más sabrosa y de más color. Logré convencer de ello a las autoridades del país y me dieron la etiqueta de denominación de origen pero no por ello al comprarlo se paga lo que cuesta la crianza. En realidad me da igual, me siento orgulloso del trabajo que realizo solo que éste no cubre las necesidades que tengo como persona. Le dedico las veinticuatro horas del día si hace falta, pero nadie me espera, nadie me abraza al final de la jornada, o al final de la semana. Mi madre es insustituible, hace lo que puede, aunque ya no es la mujer con la que me quiero encontrar.
Elegí esta soledad que acompaña al trabajo que hago, es verdad, y en ella se suponía que yo me haría más fuerte e inmune a la singular sensibilidad con la que crecí. Me equivoqué, no estamos hechos para vivir eternamente solos. Y si no que se le pregunten a los monjes, que aunque viven lejos del mundanal ruido se aferran al Dios que les alimenta el alma. Yo ni siquiera le tengo, no creo en él. Dejé de hacerlo cuando todavía era chico, no me cabía en la cabeza por aquel entonces, un Dios que amara el dolor más que la alegría, y en un pueblo tan pequeño como el mío era y es esto lo que vemos “lágrimas, envidias y odios”. El amor, si lo hay entre las gentes, es brusco y seco como el verano de quince días que cada año nos sorprende en su intensidad. Digo: que no siempre he podido estar en retiro y he bajado del monte a la tierra llana en busca del calor humano, de unas palabras cuanto menos dichas con socarronería. Entre los hombres no ha habido problema, hablar de los campos, de las vacas, del estado nacional nos ha consumido el tiempo que hemos estado juntos; otra cosa ha sido con las mujeres a las que he visto, he admirado y casi nunca me he atrevido a abordar. Cuando lo he hecho, he intentado ser simpático y agradable, he puesto en práctica mis artes de seducción, ducha, traje impoluto y colonia a chorro, sin conseguir el fin que me he propuesto que no ha sido otro que el de conquistar a una sola de ellas. Si has llegado hasta aquí, entenderás que deseaba amar, quería poseer y ser poseído por una pasión carnal, devastadora; no me importaba como fuera, solo quería llenar mi vida con un sentimiento de plenitud y satisfacción. Fue imposible, en lugar de ello volvía al monte, vacio y desmembrado y durante días el terror del fracaso anudaba el espíritu que habitaba en mi cuerpo hasta volver poco a poco a la cotidianeidad hecha de frescos amaneceres, soles lánguidos y atardeceres tristes. La radio desgranaba noticias, música que yo desmenuzaba y cantaba a pleno pulmón hasta que se me ocurrió que la tecnología me podría ayudar. A fuerza de golpes de mesa, horas perdidas y mucho dinero conseguí que en el monte me funcionara un teléfono móvil y un ordenador portátil con él acompañar las horas muertas y gozar de los avances que éstos brindaban. Abrí cuentas en Facebook, en Twitter y un blog personal donde empecé a escribir, a decir lo que se me ocurría: Que si las estrellas errantes en la noche se deslizan como culebras en las badinas, que si la lluvia lo embarraba todo, que si los sarrios han bajado al barranco… Tenía la esperanza de que alguien me siguiera, me contestara. Fui más lejos, forjé y envié pequeñas narraciones en busca de un juez anónimo que me instruyera “Tu cuento sobre las nutrias verdes es una mierda, porque no son verdes y no son gigantes”. O bien, juzgar de manera más complaciente. “Las ardillas que recreas en tu relato son mágicas, me encantan porque te acercan a una naturaleza ya extraña para nosotros. Estaba dispuesto a oírlo todo. Nada, la computadora, como la llaman los sudamericanos, seguía muda, ni formas, ni colores, ni críticas devastadoras, ni halagos empalagosos. Marcelo Cajal era invisible para el submundo que constituía el entorno en el que vivía y para el mundo entero que quería conquistar. El aparato yace deshecho en el fondo del barranco y yo en breve me entrego a la luz incandescente del último rayo de sol que mis pupilas puedan observar. Es el atardecer.
@ Uff, k mal! N pdmos djarlo así. Hace k m sienta culpable. Vamos a compartirlo.
@ Si? S sto solo demuestra k l tio staba mal d la cabeza.
@ Ahora la insensible eres t. Kmo m llamo?
@ Marga, y yo soy la Toñi, n t olvides, amiga.
@ Kuantos amigos tnemos? Kuéntalos. S n ns tuviéramos la una a la otra, kn kien pdríamos kntar a psar d nuestro perfil?
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