Caminar y desear que ella exista. Bloquearla para no verla. Dos acciones en dos tiempos diferentes. Puedo verla a través de hologramas del pasado, archivos que suplantan recuerdos que ya no poseo. “Eres sólo soy una máquina y eso es muy triste” -decía mientras me adjunta un pedazo de memoria. “Nunca me olvides” rogaba, entre todas las esferas que nos mantienen atados en un plano de conciencia indefinible. Algunos lo llamarían amor.
Un día, envejeceré y me reemplazaran; entonces, ella tendrá la opción de desvanecerse por la falta de trabajo y la imposibilidad de tener hijos en un mundo que ya no da espacio para actividades humanas. Cuando esté obsoleto se irá a buscar ayuda en vano. Nunca encontrará otro empleo. Es mejor eliminarla de la red: Lo mejor de la existencia virtual es la carencia de funerales y cementerios. La desparecí de mis contactos, de todos los círculos, dejé de seguirla en las redes sociales, y borré mi cuenta. Me volví un fantasma hecho de metal.
Vine a la periferia, donde aún existen resistencias al 17-6-2014, fecha en la que todo cambió: la piel se volvió obsoleta y las plataformas virtuales cobraron vida con el material audiovisual suplantando rostros palpables. Tener un user es el equivalente a registrarte como ciudadano y la democracia es el acceso a la multifacética red. Acá nadie reza, mas existen posiciones y asanas en medio de sonidos del Oriente llenando templos new age y sin decoración alguna para aquellos que renuncian a la falta de espiritualidad de la década. En las calles, a través del wi-fi se pueden acceder a los datos de los que aún duermen negándose la eutanasia pero rechazando vivir en la Nueva Era Moderna. El Estado se ha agotado los recursos manteniendo a los suicidas: la especie que duerme eternamente esperando que todo cambie, que llegue él –Ordenador perfecto ilimitado- y nos redima. Hasta que llegue ese momento, viviré en el apocalipsis lleno de dudas.
Todo se jodió cuando se cambiaron los besos por signos tecleados con suavidad y terminó de rematarse cuando el idioma sólo sirvió para los comandos. El cero se incorporó a la lengua. Escribo, como la única forma de perpetuar un idioma que aprendí con insertos de cd´s y usb´s que ella me dio en un intento desesperado de humanizarme. Lo logró y ahora estoy perdido porque me formatearon como un hombre de media edad en los años noventa.
Todo es culpa de esa mujer. Ella fue la última humana despierta que vi, la dependienta de la tienda de androides, aquella que me dijo una vez que si me perdía en la ciudad le mande un mensaje por Facebook. Yo quiero algo más que eso y necesito saber el comando que debo elegir para que ÉL me de acceso a la única verdad.
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