Es un edificio alto, típico del centro, gris. Rodeado de asfalto gris y coches grises, sigue la moda actual, rozando el cielo nublado. La ciudad es tan sólo colorida por el alegre parpadeo de los semáforos.
En el aparcamiento me dirigen a un ascensor, espejo en tres paredes, reflejando a todos los transeúntes que suben por él a las diferentes plantas. Nos conduce a un hall desmesuradamente grande. Tan grande como toda mi casa, creo que algo más.
Una vez allí, una gran puerta, de esas inteligentes, de las que se abren cuando te acercas, en las que no puedes pensar si entras o no, porque te ven y estás dentro incluso antes de pensarlo.
Me reciben unas sillas de diferentes colores, naranja, azul, amarillo, verde, una mesa baja que parece hecha en bloque con las sillas, atiborrada de publicidad.
Levanto la vista y a las mesas con teléfono y ordenador a las que han acoplado dos sillas, tan solo las separan unas mamparas de cristal. Como en un juego de construcción, así, acopladas una al lado de la otra.
Todo lo han encajado en un loft de columnas centrales y únicamente los armarios grises de mediana altura hacen paredes opacas.
La temperatura, como queriendo compensar tanta frialdad, está por las nueves y al final, una mujer de gafas rosas y traje llamativo, me mira, simula una mueca en su cara, parecida a una sonrisa y me da la bienvenida:
– Buenos días.
– Buenos días, el caso es que me han derivado aquí, y no estoy seguro si usted me puede ayudar, mire, hace unos meses que no veo el sol y creo que está perdido. He ido primero al departamento de energía, pero allí me han dicho que no me preocupe, que no pasa nada, que solo estará ausente unos días, y yo, la verdad, no puedo dejar de preocuparme.
– Ha venido al departamento indicado, departamento de objetos perdidos. Su solicitud será procesada por nuestro ordenador según la ordenanza 1981/310 en cuanto a extravíos, porque, ¿dice usted que ha perdido el sol, no?
– No, no me malinterprete, no es que yo lo haya perdido, solo que hace varios meses que no está y la verdad, tal circunstancia me preocupa.
– Esté usted tranquilo, nosotros guardamos su queja en nuestro banco de datos y una vez allí será analizada en orden de prioridad, pero no se preocupe, el ordenador que hemos creado es casi humano y sabe como darle prioridad a los casos que realmente la tienen. Luego pasará a manos del departamento de prioridades absolutas y lo más seguro, siendo el sol lo que usted ha perdido, que llevarán un seguimiento.
– Está bien, siendo así, proceda.
– Ahora voy a rellenar un formulario para poder identificar el objeto. En primer lugar tengo que poner una breve descripción de lo que usted ha perdido, o en otras palabras, lo que no es capaz de encontrar.
– Si, una esfera brillante, que da mucha luz, como si fuera una lámpara, pero más global.
– Ah, claro, así como es el sol. El sujeto arriba inscrito ha perdido el sol, cuya descripción coincide con una esfera brillante…
– Tal vez deba usted decir que si no aparece, todos seremos culpables de su extinción.
– Y ahora, ¿por qué dice usted que todos seremos culpables? Por dios, ¡ lo que hay que oír!
– No me mal interprete, pero verá, creo que tanto gas ha conseguido asustarlo, tanta atmósfera gris, tanto humo.
– Ahora me dirá usted que no tiene coche. A mi personalmente me encanta tener uno. Puedes montarte cuando quieras y te lleva a cualquier lugar.
– Si que tengo coche, y lo peor es que no se renunciar a él.
– Pues lo dicho, no venga ahora con tantas acusaciones. Ahora tengo que poner cuando lo perdió usted. Um, me dijo que hace unos meses, pero ¿recuerda el momento exacto?
– Hace tres meses que no lo veo y tanto tiempo no es normal. Con la tala de árboles, es lógico, no hay quien depure la atmósfera y a lo mejor está escondido.
– No, para nada, eso ya está controlado, tenemos esa máquina que inventaron hace unos años, ¿no recuerda usted? esa que limpia el aire y te lo deja como nuevo, dicen que ahora se ve más nítido desde el espacio. Es mejor así, si no, dime como vamos a poder controlar tanta emisión contaminante, con la de cosas importantes que tenemos que fabricar y lo que ha avanzado el mundo, ¿verdad?
– Personalmente preferiría tener mis pieles, mis verduritas y mi sol. Sobre todo mi sol, que con tanto avance nos hemos olvidado de cuidarlo, y mire usted, aquí estamos, que se ha perdido y yo espero que no sea para siempre.
– No, si solemos encontrarlo casi todo, éstos ordenadores son capaces de cualquier cosa, y si no, grandes males, grandes remedios, ya inventaremos como fabricar uno que nos sirva.
– A bueno, me quedo más tranquilo. Por cierto, ¿le importaría decirme donde está el departamento de Dios?
– ¿De Dios?, disculpe, creo no entenderle.
– Si, de Dios, para rogarle que se quede con toda nuestra tecnología, si es que a él le sirve y que me devuelva la suya, puede que sea un nostálgico, pero me gustaban los árboles, el agua limpia de los ríos y el calor del sol, los frutos frescos repletos de vitaminas y esas cositas de diferentes tamaños, ¿usted se acuerda? Creo que se llamaban animales.
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