Soy una caja registradora. Soy un vocoder. Voces del pasado hablan a través de mi. Ficticia. Soy un vocoder. A los doce años me cambiaron de colegio, me pusieron delante de mis nuevos compañeros. Yo he venido de mi casa, les dije. En la fiesta de disfraces me hice un traje a rayas. Soy un disfráz de tigre. La tigresa del oriente, Lady Gaga del subdesarrollo. Un tercer mundo de terciopelo, de exóticos brocados y de costuras abiertas. Me teñí el pelo, envuelta en joyas, empecé a hablar con acento argentino. La más chic. Era una máquina, una piedra, una planta. Un animalito máquina. El engendro perfecto. Animalito máquina. Piedra. Planta. Respira. Robot con sentido y sensibilidad pero sin orgullo. Baila. Canta mi niña guapa. Siéntate sobre mis rodillas. Deja que te acaricié. Así nací Yo. Dios me hizo perfecta. Bellísima. Dios no comete errores. Nací pura. La reina del mal, la reina del capital, repetía sin cesar, repetía esto una y otra vez. Madre-monstruo. Dios… no comete errores. No lo llames amor maligno, maligno amor. La ligazón se produjo en el parto. Perversa situación donde el ruido taladra la consciencia. Te quiero engendro. Te quiero por que me perteneces. Te bendigo y te maldigo jodido creador. Acallo tu grito de macho cabrío. Estoy lista. ¿Mi arma? La felicidad de no saberme tuya. Yo soy la madre, el monstruo. En el sentido más bíblico. En el nacimiento, en el portal de belén. Te amaré tanto como te odio. Jesús ha sido uno más… Tu eres la pasión del camino. Te perdono. I forgive you.

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