Si hay algo que jamás entendería esa mujer es como podía estar viendo a su nieto que se encontraba en la otra parte del mundo en aquella pantalla.

“ Yaya que bien te veo”… Le decía él…Y ella sonreía y le respondía: “ Pero que mayor estás ya”… Aunque hacia mucho que él era mayor y también que no le llamaba yaya.

Entendía que  lo veía, que lo oía, y que él también la escuchaba a ella. Eso le valía… No le servían de mucho las palabras skype o tablet… Le bastaba con disfrutar de la imagen y el sonido de alguien a quien quería y que se había ido a trabajar demasiado lejos.

Horas antes la habían recogido otro de sus nietos y  la novia de éste para llevarla a comer el día de su cumpleaños a casa de su hijo y su nuera.

El inexorable paso del tiempo había mermado sus facultades y sus piernas habían sido las más perjudicadas. Por eso tuvo que dejar un día su amada y solitaria  libertad, dejar de bajar al mercado para hacer  la compra, dejar de tomarse la leche con galletas cada noche delante de la tele de su salón; Para irse a aquella casa de locos como ella llamaba y que los demás denominaban residencia. Su cabeza funcionaba perfectamente, incluso mejor que a muchos más jóvenes. Ella lo sabía. y le dolía. Porque ese era su castigo: ser consciente de todo lo que estaba sucediéndole.

Cada vez que hacia una de sus excursiones fuera de su nuevo “hogar” veía el mundo cambiado. tanto que a veces no lo reconocía. Oía a sus nietos hablar entre sí de cosas que le eran ajenas…Ahora discutían enervados acerca de si era mejor el iphone o la blackberry

ni podía pronunciar esas palabras. Sólo eran eso, palabras.

La habían obligado a tener móvil porque decían que así la podían llamar a la residencia. Accedió.  Pero la verdad es que ella prefería que fueran a verla y no entendía del todo la función de aquel aparato. Su nieta pequeña…ya no era tan pequeña… Y la miró de pronto sentada en el sofá con lo que llamaban tablet en las rodillas y se dio cuenta que se parecía mucho a ella de joven. Algún día, pensó, todos ellos serán viejos también. Y tampoco entenderán nada de lo que hablan sus nietos.

Pero daba igual . porque de esa tablet salía la imagen de su  nieto José, el que se había ido a Australia a buscar trabajo. Y se le escuchaba como si estuviera a dos pasos de allí. Le dijeron que era como un teléfono con video , como una cámara dentro del ordenado…

Palabras, teoría, sinsentidos…Lo importante era que ella no estaba para viajar tan lejos ya , y que él trabajaba demasiado y podía venir muy poco. En cambio allí estaba mirándola y llamándola yaya.

El tiempo cruel pasaba para todos y la tecnología dejaba atrás a todos los que no la usaran. Sin piedad, sin compasión. Pero por encima, o mejor dicho,  detrás, había personas con emociones… Y esas eran las mismas desde que ella era joven y desde mucho antes.

Skype, tablet, internet, wifi… .Letras, letras formando palabras ininteligibles, sonidos que no decían nada…Pero que la hicieron feliz unos minutos. “Ahora yaya la gente está comunicada esté donde esté, le explicaban. Ahora con internet todo es posible”.

Le daba igual. Sólo sonrió. Sonrió y  lloro. Pensó que podían hacerlo todo pero las maquinas jamás podrían llorar de felicidad.

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