¿Vivirán las tecnologías y las exiguas dinastías? El drama de los espíritus ramplantes; accede a la impecable doblez de una sábana en las inmemoriables narraciones épicas del lazarillo ciego. Encuentra tu luz en la niebla negra, si no, obstaculiza tu pubertad en la destronización de los tamelucos, lee, canta, llora, ríe, muere…

  La simbología cuneiforme del dictado ilegible del mago inseñado, labriego mordaz y pajarillero de la vejez, escrutiña en las corcheas de una mala letra musicálea, opostula en el dictamen vitalicio del cónclave terrenal, ojea imperioso en las cumbres nevadas del limbismo.

  Dramaturgo ocasional, pintor inventado, escultor barrucero, pintoresco sin palestra, poetas sin letras, Gran Alberti, marinero sin chabuco y sedal.

  Héroes de la mente, luchar, el último combate del antagonismo. Balbucear y escuchar la guitarra eléctrica del genio de los acordes pop sinfónicos: Millennium.

  El reloj del tiempo, tempofisis, derretido por la acumulación de paradojas, redescubrir la ventana intemporal, tempo, vociferar el drama del egipcio de las siete plagas; dicha cúspide obitea en el universo parental, la luz del sol brilla más allá de los cúmulos grises, tambores lánguidos precipitan el baile de los delfines que piritean con el chasquido de las uñas en una guitarra tubular.

  El gañir del canto del sol, Ten Heaven, amórficos leñosos, rasputines fálicos dimensionales, atragantaros en los puertos de Portsmouth. Camareros de invertebrados muertos, mensajeros sin mensajes, febriles delirios destripan el inmaculado olor de la virginidad anal, violadores arítmicos del aneverso frágil. Santiguaros a favor del Anticristo inmoral y descojonaros del festín zombiliado.

           Zetaperos de la conformidad, sufragar el intento pepealado de la mentira, no me seáis gañanes y magos del campo.

  ¿Las dinastías y las tecnologías seguirán?

Juan Manuel Castro Otero.

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