Era un lugar idílico. Mar azul, arena limpia, soledad, al fondo unas barcas de pescadores, amarradas sobre la arena.
Me tumbe a la sombra de una de ellas, me eche el mundo a la espalda, como recomienda Alcántara, y me puse a soñar con la alegría.
Pero algo monstruoso paso. El paraíso tenía cobertura y el Smartphone sonó.
Y el diplodocus despertó …
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