Y allí estábamos todos, un año más, celebrando que…  ¡estábamos juntos! ¡Qué ilusión! – pensé.

Todos alrededor de la mesa, con la mejor de nuestras sonrisas, dispuestos a dar lo mejor de nosotros. Este año sí teníamos motivos para celebrar. Un pequeño aperitivo para abrir boca, unas risas, ponernos al día de nuestras vidas… parecía que todo iba a trascurrir como una familia unida… Nos sentamos a la mesa entre bromas y risas sobre el lugar que ocupar en ella, y disfrutamos de los primeros que mi madre había preparado para la ocasión: consomé, hojaldres rellenos, ensalada con naranja, canapés de gulas con foie… Mmmmm todo estaba saliendo bien o al menos lo parecía y digo parecía porque a mi hermano empezó a sonarle el móvil…

– Apaga ese trasto! son fechas de no estar disponibles – dijo mi abuela

– Sólo es un mensaje, es sólo un momento abuela – le contestó él.

En ese instante mi tío recordó una felicitación navideña via whatsapp que le había enviado días antes. Según él: – Es muy graciosa, ya veréis. Aquello no tenía nada de gracioso y lo peor de todo que no se quedó en enseñar una felicitación, si no que enseñó varias, y varias fotos de conocidos, y varias actualizaciones de no se qué aplicacion que había instalado hace poco para mejorar el rendimiento del móvil. Mi madre y yo desviamos la atención hacia otros temas más «cercanos», más terrenales y superficiales, temas sobre nuestras vidas, nuestras ilusiones y alegrías, sobre las necesidades de cada día, para eso nos habíamos reunido (porque para eso son las fiestas familiares, sean cuando sean) pero ni así conseguimos llamar su atención…

¡Qué tristeza! – pensé. Lo que habí comenzado como una comida familiar, como en cualquier otra Navidad, había terminado en una feria de telecomunicaciones. Me dí cuenta que últimamente todo gira alrededor de Internet. Que arma tan poderosamente destructiva para las familias, ¿no?

Pasados los entrantes, todo pareció volver a la normalidad, y entre plato y plato tiempo de charla y comentarios varios… Mi padre se levanta a poner a cargar el móvil y mi hermano sale a su habitación a actualizar su perfiil de Facebook…. Escribe: «Comida en familia, cómo mola» . En realidad, ¿»mola»? Supongo que eso era lo realmente importante, que molara. Se me escapa una sonrisa y pienso que realmente, parece que las redes también nos ayudan a expresar las emociones, mi hermano nunca diria que «mola» una comida familiar, no al menos así tan abiertamente… Eso ha estado bien.

La comida trancurre normalmente, mi abuela habla de sus tiempos, en los que pasó hambre, en los que no tenían móvil, telefóno ni nada parecido. Y de repente me sorprende que sepa que el Papa, sí, sí, el mismísimo Papa al que ella tanto respeta, se ha hecho una cuenta en Twitter. Tras varios intentos de explicarle que es eso del «tuister» (como ella dice), me pide que le deje verlo en el ordenador, que – si el Papa está ahí tiene que ser bueno, – replica… vaya! sorprendida le ayudo a a ello.

Creo que como ella dice, tiene que ser bueno si los nuestros mayores se interesan en formar parte de ello… ¡qué grata sorpresa! ¡Tengo mucho que aprender aún! – pensé y pienso.

Recibo una llamada, ¡¡¡¡mi amiga Conchaaaaaaaaaaaa!!!! (hablando de sorpresas) Aunque esté en la otra punta de España, internet nos une, y hoy no puede faltar su llamada. Pienso que ella es una de las cosas que la tecnología me ha ofrecido, su amistad de casualidad, una red social, un comentario a tiempo, y ya está: los principios de una amistad que dura años. No haya nada que llene más que un amigo de verdad, de esos que aunque no estés Online, o no escribas en Facebook, están ahí (haciendo uso de la tecnología en cualquiera de sus manifestaciones, claro)

La tecnología quita y da, en su misma medida, el rato que te quita de estar con los tuyos, te lo devuelve multiplicado por mil en nuevos amigos repartidos por doquier, en cientos de mensajes de Navidad que sustituyen las postales a papel que todo el mundo olvida enviar. Eso sí que mola! (como diría mi hermano)

Lo que parecía iba a ser una tarde más interrumpida por móviles, internet y demás elementos, acabó siendo día de reencuentros telefónicos, de acercamientos con gente que no estaban allí conmingo y de mensajes alentadores de buenas intenciones. Creo que la Navidad desde hace unos años, podría pasar a llamarse Navidad Tencnológica, para celebrar el nacimiento del hijo del Dios Tecnología. Ese Díos que hace que estemos un poco más cerca los unos de los otros.

Lo que parecía que no iba a molar, ¡molaba!

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