– Adiós David, dijo Marcus mientras pulsó un botón que abrió una puerta de cristal.

David entró en el ascensor con la cara de terror acostumbrada, odiaba las alturas, y en un instante bajaría los más de 5000 metros que separaban la Burbuja del suelo,  lo peor no era  la bajada, sino que el ascensor era totalmente transparente.

Marcus se dio la vuelta y durante un instante vio la burbuja tal como era, un habitáculo cerrado  de no más de 20 metros de diámetro, a su alrededor las nubes le rodeaban, pero de inmediato la burbuja transformó el espacio en un despacho perfectamente equipado.

Avanzó unos pasos para acercarse a una de las ventanas de la recién estrenada habitación, y según se aproximaba al borde, la ventana  tomo una forma ovalada.

Desde allí arriba se atisbaba Nueva York, los edificios parecían piezas de un «Tetris», y los coches, motas de polvo en  movimiento, ya no tenía ninguna duda, él era Dios.

A 5760 km de distancia, en Madrid, Juan ya había decidido cuál sería su viaje.

– «Ya que me pongo, lo disfruto, voy a por 4 días», pensó y seguidamente entregó  en la recepción su reserva.

La estructura era enorme y  se elevaba allí donde una vez estuvo el pulmón verde de Madrid; le hicieron pasar a un vestuario donde se desnudó por completo; sintió como un escalofrío recorria su cuerpo y no sabía si era por miedo, por nervios o por el frío que allí hacía.

Tras unos minutos de espera se abrió una portezuela y  Juan pudo pasar a otra habitación, tenía unos 20 metros cuadrados, sus paredes eran totalmente blancas, las losetas del suelo parecían metálicas, aunque al pisarlas desprendían un cierto calor que invitaba a ocupar la sala, no tenía ni ventanas ni luces por ninguna parte, aunque estaba perfectamente iluminada.

Delante de él como flotando en el aire surgió «El Contrato»:

– Duración del sueño  4 días correspondientes a un mes de vida virtual.

– Duración del contrato de servicios para la Compañía de Marcus Hollander  30 meses.

– Acepta?   Diga Si o No.

El cursor se detuvo tras el punto a la espera de su respuesta, parpadeando, insistente, parecía forzar por si mismo la contestación, asi que dijo «Si» y súbitamente la puerta por la que había entrado se cerró…

Marcus termino su comida, se levantó de la mesa y avanzó unos pasos, tras él, la cocina se esfumo, y todo a su alrededor se llenó de pantallas de televisión con imágenes de personas viviendo sus vidas,  cada una de ellas estaba en una de sus estructuras  levantada en una gran ciudad; las personas esperaban su turno pacientemente, mientras pensaban que sueño vivir, los ciegos querían ver amanecer, los sordos escuchar las voces de sus hijos, los inválidos correr, otros se decantaban por vivir como millonarios durante todo su tiempo, o disfrutar de unos días de placer con su actor o actriz favorita, los más jóvenes solían pedir volar como los pájaros, y los más ancianos volver a vivir unos días de juventud; en una de aquellas pantallas pudo ver a un chaval de Madrid, estaba bañandose en una playa paradisiaca del caribe, su nombre era Juan Gonzalez.

La máquina era capaz de hacer realidad cada sueño, durante un máximo de cuatro días, y a cambio, Marcus disfrutaba de 30 meses de tiempo para hacer trabajar a la persona en cuestión en cualquier ocupación dentro de sus organizaciones.

Al principio pensó en disfrutar sólo él de la tecnología que había descubierto, pero luego supo que conociendo los sueños de los demás, podría manipular la realidad en su beneficio, y así lo hizo, se convirtió en el amo del mundo, toda la humanidad quedó esclavizada ante la posibilidad de hacer realidad sus sueños, a pesar de saber que nadie recordaba nada después de su «viaje».

Marcus despertó, y el cielo estrellado cambio poco a poco  hasta convertirse en una pradera de ensueño en cuyo centro había una mesa llena de viandas para desayunar, una débil música sonaba de fondo, la temperatura era la adecuada; súbitamente, sonó un breve pitido y todo se desvaneció, el ascensor estaba llegando y en él subía David, con la acostumbrada cara de susto.

Se limitó a darle los buenos días y entregarle unas pastillas; después Marcus le dijo como cada día:

– «Adiós».

David respondió:

– «Adiós señor, hasta siempre, hoy hace 30 meses que estoy a su servicio y acabo ya mi contrato».

El ascensor se cerró y desapareció,  Marcus se dio la vuelta y secó sus lágrimas…

David Delgado

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