Los avances tecno-genéticos han generado un nuevo mundo; los seres humanos son programados para realizar la labor que les corresponde; la armonía colectiva es como la de una colmena perfectamente organizada. No hay criminalidad, se borraron los genes violentos, las guerras son curiosidades de la historia de un absurdo pasado. Con perfecta sincronía los clones van remplazando a los muertos; no hay lágrimas, nadie muere, es sustituido por otro igual. Las artes han llegado a alcances insospechados: cuando se duplicaron los genes de Mozart, Leonardo da Vinci, Borjes, y otros artistas, las reproducciones de sus obras aumentaron; pero las exhibiciones no tienen caso, las piezas sirven sólo de estudio científico y las muestras artísticas son extrañamente vacías… Lo más importante en el nuevo mundo es la tecnología, la que puede dar sentido a todos los seres: se crea a la planta para que de un fruto nutritivo; a los animales para que engorden y pronto sean consumidos; a la gente para que tenga un empleo y una vida plena trabajando conectada a alguna computadora… Hasta que el último ser humano preguntó “¿por qué?”, y la tecnología falló.

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