De pequeña soñaba con tener una gran familia, ya que mi infancia la pasé sola con mis padres. Siempre rodeada de gente mayor obligándome a madurar apresuradamente.

Poco a poco creé yo mi propia familia, tuve cuatro maravillosos hijos a los que adoro, eso si, tengo que reconocer que me suelen sacar de mis casillas, sobre todo los mayores que están en plena adolescencia, cuando yo tenía su edad era todo tan diferente, no se me ocurría hablar así a mi madre, siempre era primero la familia que los de fuera, pero hoy lo primero son los de fuera y por último los de casa, espero que solo sea una fase y que pronto se acabe. Todo era increíble, mis padres, mis hijos, el amor de mi vida también estaba a mi lado, no necesitaba nada más. Pero pronto llegó la desgracia, la enfermedad tocó a mi puerta, fueron tres años de lucha, operaciones, quimioterapia, radioterapia, médicos, hospitales, pastillas todo para pelear contra un cáncer que finalmente acabaría llevándose a mi padre, no pudo despedirme de él, pero por lo menos se que se fue sin dolor, un sedante hizo que durmiera placidamente dejando atrás todo el sufrimiento acarreado hasta ese mometo. El consuelo que me quedaba era que mi madre estaba aun conmigo y los cientos de recuerdos que tenía de él, sus canciones, sus locuras, sus consejos, todo, incluso las pequeñas batallitas que me contaba de cuando estaba embarcado, aun estaban presentes en mi cabeza y en mi corazón.

Después de la muerte de mi padre mi madre se fue deteriorando, poco a poco se veía como la vida la abandonaba, su sonrisa, su energía habían desaparecido, ni tan siquiera sus nietos eran capaces de darle un motivo para vivir. Su gran y único amor se había marchado y a mi solo me quedaba ver como se iba sin remedio y eso me rompía el alma. Todos los días luchaba porque quisiera vivir, nunca se quedaba sola, pero no servia de nada.

Una mañana, me levanté como todos los días para ir a junto de ella, pero no estaba bien, se miraba sin fuerzas, sin ganas de nada, aunque estaba conectada a la máquina para ayudarle a respirar no parecía suficiente, intenté convencerla de ir al hospital pero se negó diciendo- Hace demasiado calor, estate tranquila, solo necesito descansar.- Le hice caso le cogí de la mano fuertemente y le di un beso en la frente como todas las mañanas y, aunque preocupada, seguí con mis obligaciones, tenía que ir a trabajar para mantener a mi gran familia, no era capaz de sacarla de mi cabeza, cuando volví a casa se había acabado, había muerto, estaba tumbada en la cama como si de un ángel se tratara, tenía claro que por lo menos ya no sufriría la ausencia de mi padre pero a mi se me vino el mundo encima, solo me queda el recuerdo de su mano sosteniendo la mía, ese beso en la frente que en ese momento era un hasta ahora y se volvió un adiós, solo me queda llorar su ausencia, en una año se me fueron los dos, mi alma se partió en dos, por un lado el dolor por mis padres, pero por otra lado el tener que seguir luchando por la familia que me quedaba. Una lucha que jamás terminará.

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