Desde hace ya algunos meses, la noticia me llegó, no como un balde de agua fría como en ocasiones a algunos suele suceder. Tampoco significa que haya sido una cosa planeada, simplemente lo esperaba. Mi primera reacción ni siquiera la recuerdo, no era felicidad pero tampoco miedo ni enojo. Fue algo diferente que ni siquiera logro descifrar, fue como sentir nada, como un entumesimiento en todo mi cuerpo, en mi mente y en mi alma. Lo confieso sin vergüenza y espero no arrepentirme de hacerlo, sigo creyendo que es normal no sentir felicidad, lo importante es que ese sentimiento llegue en algún momento y así ha sido. Ahora soy feliz y espero tu llegada, hijo. El proceso no ha sido fácil debo confesar, quizás te tocó un padre algo cobarde. Y aunque ni una sola vez he pensado en irme y dejarte, todo lo contrario, eso no quita que ahora, además de feliz esté empapado en miedo.
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