Mexicali, 30/12/2004.
El policía que está a mi lado en la foto es mi suegro.
La foto está tomada cuarenta segundos antes de que me disparase con un revólver con cañón del tamaño del acorazado «Wisconsin»; amor filial y /o sobreprotector hacía su hija, llamémosla Lupita.
Mi primera visita a Baja California. Enamorado.
El coraje, el sacrificio personal y la perseverancia alcanzan cotas heroicas, sobre todo si la mujerona es pelirroja
Todo sucede muy rápido. Nos casamos, sin permiso paterno, en Bonita, California. Mariachis a los que pago con billetes del Monopoly.
Honeymoon en Waikiki, remando canoas polinesias bajo la cima del Diamonds Peaks , pillando bronce, bebiendo margaritas. «Esta bebida gringa es versión para nenazas del puro mezcal con gusano«, me dice Lupita, ya rascada.
Escenas tórridas tipo » De aquí a la Eternidad».
Ámame con amor en el peligro, pelirroja.
Telegrama: La cagaste, Burt Lancaster. Eres un hombre casado. FAMILIA me reclama.Sin decir nada a mis suegros de que ya somos marido y marida, bajamos a la frontera en un Cougard alquilado. Desierto, cactus, tesoros enterrados. Chihuahuas aplastados en la carretera.
Más policías cerca, compadres de mi suegro. Vestidos de negro nazi por Hugos Boss . Pestazo a macho alfa en el ambiente que lo flipas.Maderolandia alborozada. Se divierten disparando al aire a un retrato de AMLO.
Onanismos en círculo mientras se increpa a López Obrador. Le odian estos navajeros con placa. A mi me pone a cien ver tanto uniforme almidonado, tanta vaharada de testosterona en el ambiente, tanta pistola portada al cinto.
Estábamos de relax. Hombres de corta estatura se comían con los ojos a mi chica. Un indio ajumado la sobó y yo lo mando a Duluth, Minnesota, de un sopapo. Murmullos y voces cantarinas que alaban la acción del gachupin.
Yo, gallito con sangre espartana iba demasiado sobrao. Dentro de cada latino anidan dos personajes opuestos, el romiós y el heleno.
Me hospedo en el Hotel Real de Minas, fardando ante mis suegros, entre toreros de temporada en Querétaro y narco capitanes de Sinaloa de vacaciones.
Policías con uniformes disparejos. Lugares de encuentro con mirillas y porteros clónicos. Coches de patrulla Chevrolet con tapicería de piel de coyote. Colas de castor atadas a las antenas.
Todos te aprietan la mano y te piden pesos. Ruidosos vecinos pidiendo cervezas frías. Bodegas con barras de roble y música de Count Bassie. Cholos y paisanos en alegre comandita. Aquello era una fiesta. Enjambres de niños felices sableando y sacándoles la pasta a los marineros americanos de permiso, todos de la Base Naval de San Diego, más calientes que un brasero , buscando farlopa y chicas. Travestis ataviados de torero.
Los botones del Hotel chocan los talones , dejo propinas estratosféricas. Adoptan actitud aduladora alaban el bello rostro de mi esposa.
Mexicali: gringos sudorosos buscándo priva y mujeres. Vendedores de tacos hechos con carnes de gato, lupanares, clubes de alterne montándose el número de la burra.
Mi suegro me busca: exceso de amor paternal, sobre intoxicado de vudú anti gachupa. Me mira con esmerilada sonrisa, más falsa que la Tesis de Pedrosanchez.
Un comentario mío sobre el asesinato de Colossio le ha enfadado. Insinúo que Calvo Gortari ha ordenado el trabajo. Empezamos mal. Continúo peor con la mamá; da una filípica acerca de la castración a maridos mujeriegos. No pasé el polígrafo de beberme el mezcal. Las rodillas me chocaron de miedo. Soy ateo y en el pasillo de mis padres políticos hay una Cruz tan grande como la del Valle de los Caídos. Un antepasado suyo fue «cristero» y asesinado mártir. «Hereje», me dicen.
Percepción estratégica: Suegra dijo NO ES NO.
Papá Madero dijo » vamos a dar un paseo. Al atardecer y unas fotitos», dijo.
Suegro, calmosamente, platica conmigo y me pregunta cómo se llama mi mujer legítima, a lo cual respondo «cualquier mujer es legítima».
Lupe , venus silueteada, vestida con pantalones de montar, me hace fotos contínuamente ; está enamorada de mí.
Lupita disparó la foto. Luego papi disparó de verdad.
Papi-Madero, enérgico y emprendedor, me inyecta plomo, en su intento de volarme el escroto. Proyectil 5,56 mm, que esfacela mis tejidos.
La familia mata, amigos, y no me refiero a metafóricamente. Mi presunto suegro me disparó a quemarropa con aviesas intenciones. Porque la familia es lo primero. Somos dos pueblos separados por el mismo idioma de Cervantes.
Me llama «joto». Barreras interculturales. Cascabelea de risa. Dispara. Y me tatúa la piel con taraceo de pólvora.
La bala entra por el ligamento pectíneo, estalla en tres pedazos en la cabeza del fémur, fracturándola.
Hago un escorzo y sonrío a cámara. La trayectoria no encuentra resistencia a su paso, respeta huevos, huesos y tendones y sale, sin tocar arterias. La Santa Muerte tendrá que esperar.
Me llevan en parihuelas a una clínica cercana. Robert es un médico expulsado de USA por hacer raspados a mujeres que quieren abortar y tiene la Licencia revocada en seis estados de Yanquilandia. Vive en el Depósito de cadáveres .
Frascos con cloroformo, árnica, peyote, botellas con lagartos formolizados, éter y bencedrinas traidas de estraperlo de la república Checa. Bisturís oxidados. Chatarra minimalista. Catéteres infectados. Bolsas de sangre coagulada.
Vela negra, colocada en un escabel, dirigida a la Santa Muerte, emitiendo luz tenue sobre mi cara cérea con la palidez de la pérdida de sangre.
Lupita petrificada , en actitud dolida, rodeada de una hagiográfica tropa de vírgenes sumisas. Espadas samurais a tutiplen por parte de su familia.
Matasanos Bob me examina la herida, acoplando la lente inversa, me sopla 120 dólares y , en un acto intencionado encubierto, me pide otros doscientos por no redactar el parte lesiones por herida de fuego,
Me anestesia con aguardiente alemán, jalapa, escamonea y turbit.Tiemblo en el colchón lleno de manchas.Contiene la hemorragia con diatomeas. Se me difuminan los colores y me desmayo.
Despierto en mi embajada.
Madre, en España,me ha salvado el culo. Una mas.
Me repatrian.Vivo.
Llegó Ta gerámata: la vejez.
Sigo vivo, sin mi pelirroja.
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