A la memoria de mi madre

Mi madre era una gran y maravillosa persona.

Perderla fue lo peor de mi vida.

Pero la perdí hace más de once años, en enero de 2007.

Era una mujer bella por fuera y si cabe más por dentro. Mi padre la adoraba, y hasta el último día la amó. Su muerte fue cruel y muy dura para todos para ella sobretodo, difícil de comprender.

Durante mucho tiempo le preguntaba a Dios por qué, me parecía tan injusto que no lo entendía.

Estaba enfadada con el mundo, con Dios mismo, no podía comprender.

Con el paso de los años sigo sin comprender, pero la ira ha dado paso a la serenidad. Cuando la muerte de un ser querido es muy trágica es difícil de asimilar, el tiempo del luto pasa, la calma llega, sabes que nunca la olvidarás, que siempre la necesitarás, pero eres consciente de que no está y nunca volverá a estar.

A veces sigo hablándole como si estuviese a mi lado, me enfado con ella por haberse ido y después me digo, Yolanda regresa a tú vida, a tú mundo, deja a los muertos descansar en paz.

Hoy mi vida sigue, mi camino tiene un destino, durante mucho tiempo vague errática, sin encontrarme a mi misma, pérdida en mi dolor, enfadada con el mundo.

Sigo añorando la, necesitando la y pensando que los padres no deberían de morir nunca.

Pero estoy aquí sobreviví, lo logré, por un instante después de su muerte pensé que nunca lo lograría, pero luche, desesperé, y conseguí la paz que necesitaba para poder superar el intenso dolor que apuñalaba el alma y las entrañas mismas de mi ser.

Gracias madre por haber estado cuando te necesité.

Gracias madre por la vida que me diste, por tu paciencia, por tu sacrificio, que para ti no lo era, siempre los demás eramos primero que tú y así eras feliz, dándolo todo sin pedir nada.

Poniendo paz en las tormentas, con tu bella presencia que no era sino el reflejo de tu alma buena.

Gracias madre por haber estado.

Y sobre todo gracias madre por lo que me diste, por lo que me enseñaste.

Gracias madre.