Martha, Meme, nació un 29 mayo en el hospital de una ciudad perdida en el mapa de Chile, en un horario poco cómodo en el que doctores y enfermeras prestaban más atención a la semifinal del mundial del fútbol, que en esos días tenía a todos vueltos locos en el país. Dolly, su madre, tenía 19 años de edad, era -en esos años- una mujer pequeña, de pecho inexistente, caderas angostas, manos sensibles y corazón frágil, herido, roto, rotito de tanta culpa. Muy en el fondo, Dolly aún era una niña, no terminaba de comprender el temporal de emociones que se había desatado en su vida desde hace nueve meses, aún la tenía aturdida el viento implacable del abandono, del maldito desamor, de la jodida realidad. Dolly, no tenía cabeza para pensar, para ver, ni escuchar, sólo asentía con la cabeza, aceptaba su realidad como un castigo, no tenía idea, ni siquiera sospechaba que la criatura que llevaba adentro quería salir a como de lugar de su estrecha guarida. Su hija, la Meme, ya llevaba pasada dos semanas dentro de su vientre, pero los médicos, enfermeras y matronas, nunca jamás le dieron ni la menor importancia «Todo está bien chiquilla, no hay de qué preocuparse», no era así.
Martha, quería salir a patadas del incómodo cuchitril en que llevaba presa hace casi ya 10 meses. Los manotazos y patadas que daba con violencia contra el diafragma y el hígado de su madre no eran lo suficientemente fuertes para alertar al personal médico, así que opto por medidas más drásticas. Meme, como le decían sus más amigos, se cagó de rabia dentro del vientre de su madre, y no sólo eso, además, se comió su propia mierda como última medida de desesperación. Para sorpresa de todas las matronas de ese inmundo lugar, la bebe Martha estaba más viva y despierta que todas ellas, con un peso de 4,200 kg y una cara enlodada de excremento que les revolvió las tripas a todos en la sala de parto. La abuela Dolly dijo que a Martha le inyectaron muchas cosas en el brazo, le limpiaron la mierda del rostro, de la boca y del esófago, o algo parecido. Ella, en cambio, estaba más aturdida que de costumbre, los analgésicos y el esfuerzo de parir a un bebe de ese tamaño terminaron por dejarla agotada, pero con el pecho inflado, llenito de alegría al saber que su primera hija, la Meme nació más sana que un yogurth natural. Entonces se dio cuenta, comprendió, que todo el dolor, el llanto, todo el mal rato había valido la pena.
Meme, era una bebe gigante, midió 52cm y su gran peso la hacía casi irreal, tenía la piel de un color rojizo, cuatro pelos negro en la mollera, dos enormes aceitunas por ojos y un lunar en la mejilla izquierda. Era espantosa, pero para Dolly era la bebe más dulce que podría tener entre sus delgados y endebluchos brazos, aunque su color de piel la hiciera parecer de marte y sus sollozos a un gato en celo. Con gran esfuerzo Dolly lograba acomodarla en su pecho y allí la criatura se colgaba de los tristes y escasos senos de su mamá, la mordía y succionaba con desesperación, así como hacen los cachorros hambrientos… A pesar de su soledad, del abandono, del rechazo, del dolor, a pesar de todo eso, en ese momento Dolly era inmensamente feliz,
-Tú serás diferente Martha, Dios te dio la gracia de ser mujer no sólo para ser fuerte, también para ser grande – Balbuceó Dolly, mientras estrujaba a la bebe contra su pecho desnudo, besándola suavemente en la frente, con una ternura recién estrenada, perteneciente sólo a quién es madre por primera vez.
Dolly no sabía, ni siquiera se imagino por un instante cortito de tiempo que todas esas palabras dedicadas a su hija el día de su nacimiento terminarían por grabar a sangre su destino. A veces, la vida se tuerce un poco, toma rumbos inesperados y de repente sin darte cuenta te estrellas contra la jodida realidad, contra la injusticia, contra el maldito dolor. En 1981 Meme tenía 19 años, igual que su madre a la edad en que la tuvo, Meme era una mujer muy linda, con ideas claras, pelo alborotado, piernas cortas y decisiones firmes, llevaba ya un buen tiempo metida en sindicatos, imprimiendo panfletos en imprentas clandestinas contra la dictadura del asesino, se la pasaba en marchas, gritándole al dictador «Y va a caer, y va a caer«, gritándole al sistema la mierda con la que vivía a diario, con los alimentos que no comía, la educación que no tenía, ropa que no vestía, gritándole sin miedo a esos hijos de puta el nombre de todos sus compañeros desaparecidos, de todos los que jamás volvimos a ver. En el fondo, Meme no se conformaba, no se resignaba a vivir en la miseria, con la mierda hasta el cuello, con la injusticia imponiéndose como una normalidad cotidiana… Martha Nunca callo, Meme gritó hasta el último día de su vida.
La Meme desapareció en Octubre de ese año, su cuerpo jamás apareció, ni siquiera una uña, un diente, ni un mísero hueso a quién llorarle.
Desde ahí la abuela llora, Meme.
Desde ahí se le seco el alma. Hoy solo espera… Te espera porque sabe que le queda poco.
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