El secreto de mi alma gemela

El secreto de mi alma gemela

Neus Sintes

13/09/2018

Iker se encontraba de paseo con sus padres. Era un día de invierno y apenas había gente por las calles frías de Madrid. Iker era un niño muy activo de unos seis años de edad, cuyos ojos azules perseguían y observaban cualquier cosa que se moviera a su alrededor. Siempre había sido un niño muy listo y curioso. Se encontraban cerca de un parque, solitario, sin niños con quien jugar. La insistencia de Iker, hizo ceder a sus padres.

– Esta bien, pero solo un poco – le reclamó su madre. Está oscureciendo y pronto nos iremos a casa

– Déjalo, María. – insistió su marido. Mientras, ¿ porque no vamos a tomar un café al lado de la plaza, mientras juega un rato? – propuso.

En el parque tan sólo quedaba otro niño algo más alejado, columpiándose. Iker se dirigió hacia el niño que estaba solo balanceándose, como si fuera el viento quien lo empujará hacia adelante y hacia atrás, impulsándolo y elevándolo cada vez más alto. Cuando Ikder se acercó, el niño fue amainando el columpio hasta que éste quedó parado e Iker ocupó el que estaba a su lado.

Hubo un momento de silencio. Quedaron ellos dos solos y las hojas de los árboles empezaron a moverse y una brisa empezó a envolver el ambiente. Iker se encontraba diferente, tenía una sensación que no sabía de donde reconocía a ese niño, que aunque tuviera la cabeza agachada y no pudiera verle su rostro le era familiar…

– hola! – se apresuró a decir.

-hola, Iker.. – le respondió el otro niño.

Iker se sorprendió al oír su voz, se parecía muchísimo a la suya.

-Oye…¿Cómo sabes mi nombre?

Lentamente el niño que seguía con la cabeza agachada fue irguiéndose poco a poco hasta que sus miradas se cruzaron e Iker se vio reflejado en su propio rostro. Terror, pánico, sorpresa, curiosidad. ¿Como era posible que ese niño, fuera igual que él?

– No tengas miedo – le calmó. ¿sabes guardar un secreto, Iker? – le pregunto muy serio.

– Sí – respondió éste aún temblando.

Y posando las manos sobre las de Iker, cuyo tacto no percibió, le dijo: Soy tu gemelo. Mamá y Papá nos tuvieron a nosotros dos. Me hubiera llamado Sergio pero desgraciadamente me perdí por el camino…Una lágrima transparente casi invisible resbaló de la mejilla de Sergio. Puede que me tomes por un loco o simplemente no me creas pero necesitaba contártelo, decírtelo cuando estuvieras solo.

– Espera un momento – le detuvo Iker. Eso significa que tu eres mi hermano gemelo!, pero, ¿porque puedo verte y tus manos me traspasan las mías?

– Iker los gemelos siempre tienen que estar juntos, deben mejor dicho, aunque yo no esté en la tierra y sea para ti un alma. Eso sí, eres el único que me puedes ver y el único con el que puedo hablar. Sé que es algo precipitado y una cosa que no te esperabas ya que estas cosas no suceden cada día.

– Yo… – tartamudeo Iker. Guardaré el secreto o tengo que decir; nuestro secreto. Ahora sé que es tener un hermano, aunque de forma diferente.

– Estaré a tu lado si lo quieres, si me necesitas. En ocasiones desapareceré y volveré a aparecer y tú me verás. – ¿Me crees?

– Es difícil entenderlo pero sí te creo. Somos iguales. Te quiero, Hermano.

Y en un profundo silencio se fundieron en un eterno abrazo que para Iker y Sergio hubieran permanecido así toda la noche de ser por sus padres que llamaron a iker

– Iker, vamos a casa – oyó decir a su madre. Pero, ¿que haces?. – Te has enredado con el columpio?.

– Ya voy – grito éste.

Antes de irse, Sergio lo miró: Prométeme que guardaras el secreto.

Claro que lo guardaré – le contestó Iker con una mirada profunda de amor hacia un hermano que nunca hubiera imaginado tener.

Desde aquélla tarde de otoño en que Iker averiguó parte de su vida oculta, habían pasado tres meses. Sus padres desde entonces habían notado un comportamiento extraño en él. En muchas ocasiones le veían jugar solo, haciendo como si estuviera jugando con alguien más, como en el caso del parchís; el movía sus fichas y luego movías las del otro jugador.

Le veían hablar solo o reír sin que nadie estuviera a su lado.

Motivos por los que sus padres empezaron a preocuparse y llevarlo a psicólogos sin ningún resultado. Todos decían lo mismo: amigo imaginario, niños de su edad los tienen. Sus padres no estaban convencidos .

– Iker, hijo mío. ¿te encuentras bien? – le preguntó su madre

– Claro que sí, mamá! – nunca me había encontrado tan bien.

María no podía conciliar el sueño y Pedro se encontraba leyendo un libro.

– ¿te encuentras bien, María? – preguntó el marido.

-¿Tú que crees? – Me encuentro muy preocupada, ya sabes porqué.

– Lo sé, María. Y mirando a su mujer le dijo algo que rondaba en su mente. Tal vez me equivoque o no, pero mi abuela fue gemela y….

– No hables de gemelos! – por favor, Pedro. Ya sabes lo que nos sucedió, dijo María.

– Tranquila. No me has dejado hablar. Tan solo quería decir que mi abuela. – prosiguió – actuaba igual como lo hace Iker.

– Te escucho – dijo algo mas tranquila, sin evitar que el tema le afectara.

He estado leyendo un artículo. Estoy pensando en el bien de nuestro hijo; Iker. – mirándola profundamente a los ojos la abrazó con una ternura que solo les pertenecía a ellos, que solo ellos podían entender.

Por otro lado no podemos entender a Iker en según que cosas…

– A qué te refieres?

– A que ellos; sí digo ellos, María. – Ellos pueden verse y entablar una comunicación que nosotros no podemos percibir ni ver ni tocar ni demostrar. he visto a mi hijo y está actuando como lo hacía mi abuela. Debemos acepetarlo.

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