Alas y rayos de sol.

Alas y rayos de sol.

Adriana Mesiano

11/09/2018

Este es el cuarto día de nieve intensa, estoy sin poder salir de casa. Algunos pensarán que es normal en Torino a mediados de febrero, pero yo creo que la vida se esforzó de todas las maneras posibles, y me llevó a hacer aquello que cada domingo postergo alegando una supuesta falta de tiempo. Hoy miraré las viejas fotos, me prometí mil veces acomodarlas y poner algunas que tengo sueltas dentro de un álbum, como si un gesto tan sutil pudiera volverse mágico y proteger el pasado, evitando que pierda su color.

Cuando me pongo a mirar fotos pienso siempre que si alguien me viera me mandaría a un hospital psiquiátrico: a veces río a carcajadas, lloro angustiada, viajo al pasado, revivo cada instante, hablo con aquella niña llena de sueños que aflora en mi retrato, le cuento mi vida y juntas hacemos balances y nuevos proyectos…

» (…) esperamos que por lo menos algo permanezca: nuestra fe en los hombres y en la creación de un mundo en el que sea menos difícil amar.” Paulo Freire.

Llegó a mis manos la primera foto, se festejaban los quince años de mi hermana melliza y míos. fue un huracán de sensaciones: una sonrisa recordando qué nerviosas estábamos ese día, tanta gratitud hacia mi madre, la dificultad de usar los zapatos de taco que se consideraban obligatorios para esa fiesta y me lastimaban. Rememoré los nombres de los parientes invitados por obligación y las críticas del día siguiente por el horario de llegada, el modo de vestirse o los regalos de poco valor…

Mi madre hubiera querido festejarlos alquilando un salón de fiestas, pero la situación económica se lo impidió, solo ella sabe cuánto dolor le causó esta circunstancia. Recuerdo el esfuerzo que le costó limpiar la enorme casa, cocinar y hacernos los vestidos. Una lágrima resbaló por mi mejilla recordándola, ocupada de la mañana a la noche, apenas terminaba su trabajo se ponía a limpiar, hacer compras, ordenar la casa….

De repente reviví el momento de la foto, pero no vi solo a mi familia, la que se ponía en pose y quedaba por siempre inmóvil; frente a mí estaban otras personas. Estaba Susana que había ayudado a mi mamá a coser nuestros vestidos y no quiso que le pagara por tantas horas de trabajo. También Amalia, la señora que vivía enfrente y que cada fin de año organizaba la fiesta en la calle para unir a todos los vecinos. Recordé a Roberto, el vecino que cuando mi padre estuvo internado venía diez veces por día a ver si estábamos bien. Estaban también mis compañeras de la escuela, las amigas del barrio, las que hacían patinaje artístico conmigo, recordé que a algunas las había vuelto a encontrar en una red social; les voy a enviar la imagen para que recuerden ese día.

El fotógrafo que hizo esta imagen había hecho también el álbum del matrimonio de mis padres y de cada bautismo y comunión, y los cumpleaños de quince de las cuatro. Cuando lo llamamos para el matrimonio de mi hermana mayor, supimos que había fallecido, nuestros quince años habían sido su último trabajo, nos contó la esposa con un hilo de voz.

Tantas primas y tíos…, tantos amigos… tanta familia. Algunos están aún en el planeta, pero mi exilio económico puso kilómetros de distancia entre nosotros; otros están cerca físicamente pero, en muchos casos, se distanciaron. Me inunda un sentimiento extraño de soledad, vivo rodeada de gente, pero son mi hoy; el ayer es el que se aleja cada día un poco más.

«(…) Para quienes el mirar hacia atrás no debe ser una forma nostálgica de querer volver sino una mejor manera de conocer lo que está siendo, para construir mejor el futuro.» Paulo Freire.

Pienso en ustedes, hermanas queridas, nosotras hemos tenido tantos logros. Mamá leía historias fantásticas para escapar de la realidad, nosotras leímos filosofía para entender la realidad y así poder cambiarla.

Afrontamos los fantasmas, disipamos el infierno de los miedos, vivimos en el Amor. Fuimos libres de elegir si tener hijos, y los educamos en libertad, dejándolos vivir sus vidas, sin hacerles sombra, donándoles la existencia para que hagan de ella lo que elijan. Los alimentamos con alas y rayos de sol, para que vivan sus existencias en alegría y libertad. Los hijos son golondrinas, deben volar, deben vivir sin miedo, sin ataduras, sin obligaciones.

Las lágrimas caían todavía cuando me sobresaltó el timbre, era mi hija que había caminado cuatro cuadras con tanta nieve para venir a ver cómo estaba, a tomar un cafecito y charlar un rato.

El pasado está siempre allí, viene cada tanto a llenarnos de nostalgia. La familia es el pilar de esa historia, el fundamento; pero el tiempo continúa transcurriendo.

El futuro llama cada día a la puerta, y lo recibimos junto a quienes quedan a nuestro lado de aquella familia, y los que vamos sumando, los que decidimos convertir en nuestra nueva familia. Alimentamos ese futuro con lo que aprendimos de todos los que estuvieron y están cerca de nosotros, y lo que creemos haber enseñado también; más las imprescindibles ilusiones.

«(…) Los hombres se humanizan, trabajando juntos para hacer del mundo, cada vez más, la mediación de conciencias que cobran existencia común en libertad.» Paulo Freire.

Esa noche dejó de nevar y solo pocas semanas más tarde ya nos preparábamos para los juegos del pueblo. Una semana en la que se compite en: carreras, tirar flechas, jugar a varios deportes, cocinar, cantar y otra infinidad de tareas; y cada equipo obtiene puntos en las pruebas. El pasado y el futuro, se aliaron para triunfar.

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