Dicen que la primera vez queda grabada en el cerebro como una imagen en papel de foto. Puedo dar testimonio. Desde aquella vez, nada ha cambiado en aquel lugar. A éso se refería Platón con «el mundo de las ideas», estoy seguro.

El techo es blanco, tiene molduras en todos sus lados, por lo menos hasta donde puedo ver. Estoy acostado (siempre estoy acostado cuando llego). Trato de ponerle un orden al relato para orientar, pero lo que llama primero mi atención, es una impresionante araña dorada colgando del techo, podría estar en el mejor palacio, pero está ahí, dándome la bienvenida. Debe tener por lo menos 50 luces pero la habitación está completamente iluminada sin ellas. Hay una puerta, estándar, dos metros, quizás 60cm de ancho, pintada de blanco, con un picaporte también dorado. Sería algo común si no fuera porque aún estoy acostado mirando hacia arriba. La puerta y la araña están separadas por 1 metro de distancia. Un detalle muy raro, una puerta inútil. ¿Se verá el cielo al abrirla? ¿Cómo la abro?

Pienso en ponerme de pie y ya estoy en esa posición, el tiempo y el espacio no funcionan como los conocemos. La pared del lado derecho está cubierta por una biblioteca de roble que la ocupa completamente, abarrotada de libros de todos los tamaños, de los cuales solo puedo ver los lomos. Seguí con la mirada aquella biblioteca, relamiéndome por dentro, extasiado de tamaña colección. No tiene final, se extiende para siempre, las hileras de libros continúan sin parar. Camino sin dejar de mirarlos, tratando de leer algún título, pero sin poder fijar la vista en ninguno. La información no pasa por mis ojos, sino por mi pensamiento, como si supiera cuáles son los libros inmóviles que voy cruzando. «Crónica de una muerte anunciada», «Cien años de soledad», «Harry Potter», «Rayuela», «El alquimista», «El camino del guerrero pacífico»… todos los que alguna vez había leído, seguían pasando por mi mente uno tras otro, hasta que choqué contra algo duro. Me paré de frente. Es raro. Es vidrio ¿por qué pondrían vidrio a mitad de una sala? A lo lejos y de frente se ve un escritorio y una silla, a la izquierda la biblioteca, y a la derecha un ventanal por el que entraba la luz del día a iluminar perfectamente toda la habitación. Me alejé un poco de aquel vidrio, hay algo que no termino de entender. Doy media vuelta. Ahora tengo de frente el escritorio y la silla, a la derecha la biblioteca, y a la izquierda el ventanal por el que entra la luz… Volví a dar la vuelta, aquéllo era un espejo. Todo cierra, menos una cosa, no tengo reflejo.

Levanto los brazos para verme, y aunque sé que los tengo a la altura de los ojos, no los veo, bajo la vista para verme el resto del cuerpo, pero no existo, y sin embargo allí estoy, de alguna extraña forma. El escritorio es verde oscuro con detalles dorados, tiene una ligera inclinación muy útil para la escritura, aunque parece más una pieza de museo, no tiene marcas, parece que nunca se utilizó. El sillón es del mismo estilo, mismos colores, y está cubierto de pana del mismo color. Te diría estilo Luis XIV, pero en verdad no tengo ni puta idea de esas cosas. Lo único que sé es que me encanta, y que si tengo una casa, y la billetera grande, ese sería mi estudio.

A través del ventanal veo, además de un cielo completamente azul, una lomada cubierta de pasto y un sauce, creciendo en el punto más alto, con sus largas ramas bailando al ritmo de la brisa que corre afuera y que lo hace silbar bajito, un sonido que me traspasa y me relaja. La pared contraria al espejo está vacía, pintada de blanco, tiene que tener alguna utilidad tanto espacio. Sobre el escritorio hay un tintero, hojas en blanco y una pluma, la misma que de chico vi en una exposición de una marca famosa, plateada, con un relieve que dibuja serpientes enredadas de punta a punta. Si es un sueño no me despierten, por favor.

No me importaría quedarme a vivir allí, la tranquilidad que se siente es total. Podría dedicarme a escribir hasta que me duelan todas las articulaciones de la mano derecha, aunque dudo que exista el dolor, en todo caso, escribiría para siempre.

Giré 360 grados, juro haber escuchado a alguien hablando, aunque no llegué a entenderlo, ni siquiera sé si fue un idioma conocido. Sigo solo en la habitación, así que puede haber sido solo mi cabeza.

-…iendo…- la voz llegaba lejana, quizás desde afuera. Me acerqué a la ventana por un costado tratando de que nadie pudiera verme. Recordé que los espejos no me reflejaban, sonreí.

– Volviendo…- tampoco venía desde afuera, la voz era muy nítida ahora.

-Volviendo… volviendo- lo escuchaba adentro mío, era un hombre mayor, estaba seguro, era algo muy raro. Volví a mirar alrededor, nadie. De un segundo a otro, la habitación se volvió difusa, me refregué los ojos. La luz que antes había en la habitación se estaba apagando, el piso se alejaba de mí, algo me absorbía ¿desde arriba? La imagen del estudio se volvía cada vez más pequeña, hasta volverse un punto blanco en medio de la oscuridad. Un segundo después, no había nada más que vacío.

Cuando abrí los ojos, los ojos físicos, estaba sentado en una silla igual a todas las demás, compartiendo el espacio con 70 personas desconocidas, todas iguales en cantidad de diferencias. Ninguno mejor ni peor que el de al lado. Todos con los ojos recién abiertos, tratando de entender dónde habíamos estado los últimos minutos. Las manos apoyadas cada una en una pierna, y el cerebro acostumbrándose nuevamente a las dimensiones y el tiempo a este lado de ese mundo. Ese mundo en el que ahora soy visitante cotidiano, en el que me sumerjo, cada vez que necesito libertad.

Fin.

LOS CARDALES, BUENOS AIRES.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS