Era la hora de la comida, Paco llegó a su casa un poco alterado, más alegre de lo habitual. Ese día tenía algo que contar. En la reforma de la vivienda en la que estaba trabajando, se había puesto a picar en una pared que sonaba hueca. Y lo estaba, en aquel espacio oscuro y sucio había un montón de granadas, fusiles y pistolas, hasta un machete. Creía que eran de la Guerra Civil. Paco nunca había visto tanto material de guerra junto en su vida, ni por separado tampoco.

Entonces el padre de Paco dijo:__  «¡un arsenal!__  . Y continuó como hacia siempre.__ «Una vez, en la mili, me habían mandado hacer la guardia en el polvorín….»

María, la dueña de la casa, decía que su padre siempre le había contado la historia de que en algún lugar de la vivienda había bombas de la guerra. El  abuelo, las recogía del campo, para no tener un accidente mientras araba, o hacía cualquier labor en la tierra. Pero que nunca le había dicho dónde las tenía, solo que las había puesto en un sitio seguro donde nadie las tocaría.

Paco añadió:__  «¿hombre, seguro, seguro el sitio no lo es, en medio de la casa!. ¿Y si estalla alguna?. La tierra se mueve, y con ella los edificios. Es raro que no haya pasado nada».  No entendía por qué las había recogido, entonces la dueña, le contestó con toda simpleza que da lo obvio:

__ «Porque no se podía. ¿Cómo iba a decir a la Guardia Civil de entonces, que había recogido unas bombas? Se lo llevan directamente a la cárcel. Y a saber si hubiese vuelto. Aquellos tiempos no eran como estos».

Los dueños y él habían decidido que lo mejor sería  avisar a la Guardia Civil, y no tocar nada hasta que llegaran. Aunque hiciera mucho tiempo que las bombas estaban allí, podía ser que alguna todavía funcionara, nunca se sabe.  María no estaba muy de acuerdo, si tenían que venir los guardias había que limpiar un poco todo aquello, estaba que no se podía entrar de sucio. El albañil le dijo que ni se le ocurriera, intentando que sonara como una orden.

Cuando salió de aquella casa, la última recomendación que hizo a los propietarios de la misma, y del arsenal, era que no tocaran nada. Les recordó las películas de la televisión, lo de las huellas y todo eso. Pero lo que vio en los ojos de María fue que no le iba a hacer ni caso. Aun así de sus labios salieron palabras que tranquilizaron a Paco.

Estaba a punto de salir de su casa para volver al tajo, cuando se oyó un estruendo enorme, como un trueno de esos secos y un ligero movimiento del suelo. Parecía que  se hubiera caído la casa de al lado. Nunca había oído el sonido de una bomba, pero le cambió la cara. Los peores pensamientos se le agolparon todos juntos. Salió corriendo y no paró hasta  la obra. Cuando llegó, lo que vio eran las mismas imágenes que a veces salen en las noticias. Salía mucho humo por la puerta y ventanas que tenían los cristales rotos. Al poco tiempo llegó la Guardia Civil, la había llamado él antes de irse.

María, en su afán de que nadie que entrara en su pequeño reino y saliera con suposiciones erróneas de como llevaba a cabo su trabajo de ama de casa, decidió hacer un limpieza ligera. Había que quitar un poco las telarañas de aquel agujero-búnker, y lo hizo. Ahora no sabían qué hacer con aquel espacio, si dárselo al comedor, hacer una salita o un armario. Estaban hablando de eso con su marido cuando de pronto ella se giro y Bummmm.

Sin darse cuenta le dio un golpe con la escoba a una de aquellas bombas que había traído su abuelo. Podía haber sido que estuviera defectuosa y por eso no había estallado cuando fue lanzada en su momento. Pero no fue  así, y estaba en perfecto estado de conservación. María se quedó esparcida por todos los rincones de aquella sala que era el comedor. También por el polvorín que, sin saberlo, había estado allí en todos los momentos más importantes de su vida. Todo por los aires, su marido salió volando de la casa. De ella no quedo mucho reconocible, algunas partes de su cuerpo se pulverizaron.

 Al llegar el albañil, encontró al marido de María, que estaba tirado en el suelo de la calle, al lado de la puerta de su casa. Cuando vio a Paco se le abrazó, llorando como un niño y preguntando al recién llegado que había pasado. En eso que llegan los guardias, y sin preguntar qué había ocurrido, ya estaban llamando para pedir una ambulancia y  una dotación de artificieros, y toda la parafernalia que se desata en estos casos. Ya se iban haciendo una idea de lo sucedido. Los agentes habían intentado  llegar cuanto antes, pero no habían podido.

Al dueño de la casa  le dio un infarto, cuando se dio cuenta de lo que había pasado. Se lo llevaron en la ambulancia al hospital. Paco se tuvo que encargar de avisar a los hijos del matrimonio, hablar con los guardias, y decir dónde se encontraba el zulo. Cuando ya estaban sacando las bombas que no habían estallado de la casa, y también a María en muchas bolsas, Paco  recapitulaba mentalmente todo lo sucedido, y de como cambian las cosas de un momento a otro. Como de estar contento por tener algo que contar, a estar triste por lo que había contado.

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