Lunes. Día de recogida, de gente, digo. Porque las fuerzas están muy justas. El Domingo fue apto para guerreros, con la terraza llena, el salón abusivamente saturado y los jefes colapsados. Hecha la ley, hecha la Alhambra, decían mientras ponían una tras otra.
Nadie sabe de dónde salió tan absurda frase, pero se dice. Se acuñaría en días bizarros como el de ayer, a última hora, cuando tienes el cerebro convertido en paté y la más inadecuada asociación de ideas triunfa más que los «Hidalgos» en un botellón.
Así que estamos tranquilos. No está Kosky para muchos bailes. Le duele, según sus propias palabras, «hasta el coxis». Abrimos a las 16.30, e íbamos a montar la terraza juntos, pero unas viejecitas vinieron a tomar café y, como él ya se había puesto en marcha, las atendí yo.
Kosky trabaja rápido, el tío. A pesar de la barriga que intenta quitarse. Cuando he querido terminar de atender, ya ha colocado las 18 mesas en su sitio y ha puesto una pila de sillas junto a cada una de éstas. Puto máquina, qué rabia me da que haga eso.
Le preparo un café a él también, y saco un vaso de Chupito que, vacío, dejo al lado del platillo
-¿qué? – le digo cuando aparece, jadeante
-No jodas. Es lunes, y son las cuatro y media de la tarde- Responde
Un par de horas después aparece Julito con unos colegas. Julito es un pequeño gran tipo, pero está como una regadera. Y Nunca. Nunca, lleva camisa. Con la cabeza completamente pelada y su eterna sonrisa, saluda, como siempre afectuosamente, abrazo incluido, mientras sus colegas suben los escalones que dan acceso al salón.
-Habrá que tomarse unos chupitos, ¿no? -Dice, mirando a Kosky
-¡Anda Ya!, ¡Papafrita! déjate de chupitos…
Julito y yo reímos, «Papafrita» es otro de esos términos inventados no se sabe cuándo que nos hace mucha gracia.
-Pues… Deivid (siempre me llama así), llévanos unos chupitos a la muchachada y a mí, porfa
– Jagger?
– Of course- responde
Preparo la botella de Jagger y 8 vasos, que no sé cuantos son, -acierto de chiripa- y lo llevo. Beben con gran alborozo y me piden una ronda de cervezas.
Las señoras me hacen gestos para que vaya a atenderlas: que una de croquetas de bacalao. Y me preguntan qué beben «los jóvenes».
Les explico pormenorizadamente que es la mayor mierda que se bebe hoy en día.
– Ah, pues ponme 6 -me dice una de ellas.
– Y las croquetas también? Pregunto con sorpresa.
– por supuesto- me responde, altiva, la vieja.
Pido a kosky las croquetas y, antes de que yo haya puesto 6 chupitos, ya las tiene listas. De verdad que odio mucho cuando hace eso.
La noche se complica. No se sabe cómo, pero kosky y yo hemos terminado jugando a » croquetas y chupitos» con las viejas. Pagan ellas, pero por poco, porque ojocuidao cómo comen, las criaturas. Nuestra ventaja han sido los chupitos, dado que a una le ha entrado la tos, a otras dos, hipo, y otras dos beben a sorbitos. La líder, en cambio, se lo toma como si fuera jarabe.
A estas alturas de la noche Guille anda por ahí y no lo he visto. Es como un fantasma, va y viene, realizando su trabajo con la eficiencia de un soldado. Kosky dice que se la casca con la corva del codo, lo cual alimenta la leyenda; .Álex ha venido con las camisetas de Celtic, y una cafetera que parece la TARDIS; un tipo inmenso vestido de Cowboy; botas, chaleco y sombrero incluido, bebe de forma indiscriminada cerveza y tequila a un extremo de la barra. En el otro, el loco del café mira fijamente su taza, como decidiendo si tirarse el café en la cara, meterse la cucharilla por la nariz o prenderle fuego al sobre de azúcar.
El loco del café apareció un día, cubierto de suciedad, a través del seto que delimita la carretera y la alambrada que nos aísla de la misma, a las 01.45. Desde entonces es asiduo a nuestro café.
No sabemos de dónde viene. Aparece de entre el seto, y por más que buscamos un agujero en la valla, no lo encontramos. El CowBoy, por su parte, trabaja en un bar cercano.Todo muy loco.
También está «Pusko». Libraba, pero ha venido por si hace falta echar una mano. Ole ese jefe. Ahora flirtea con unas chicas que ríen coquetamente : «Fernando Molina Ocaña, soltero y residente en Madrid… «.
Álex, el otro jefe, lleva la barra con la precisión de un relojero suizo, y yo llevo el salón e intento descubrir quién cojones es Guille, que alterna entre salón, terraza y cocina justo cuando yo no estoy. Dos veces he estado a punto de verle la cara, pero una se ha dado la vuelta en el último instante y la otra venía de la terraza con un grupo de gente y ha sido inidentificable
De repente entra corriendo Rodri: Es como si se hubiese desatado un huracán.
Álex lee la comanda en el aire mientras la coge y, dando media vuelta con la nota en la mano, deja ésta de una palmada en la bandeja con la zurda e introduce la comanda en el ordenador con la diestra.
Kosky sirve, amarrado al grifo, cerve pa tí, cerve pa mí.
Mientras, Rodri despotrica mucho sobre unos clientes que le han vacilado con el vino crianza y el tempranillo.
Sigue quejándose mientras lleva el pedido. “Igual hoy alguien se lleva un bandejazo en la cara”, se le escucha decir mientras desaparece en la noche.
Esta historia termina sentados en un banco, cervezas en mano cortesía de los jefes. Guille se ha ido hace una hora y aún no sé cómo es. 4 meses y nos conocemos sólo por whatsapp.
-ha sido todo muy loco.
-si, un Lunes mú Crazy.
-un CrazyMonday, tíos
Nos miramos, y del pensamiento colectivo nace una frase:
-Babel Mola.
Decimos al unísono.
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