Mi vida estaba bien,más que bien era feliz. En ese entonces era una adolescente quinceañera.vivía con mis padres y mi hermano.Mi papá sufría de asma desde su niñez,en las madrugadas de invierno se atacaba con frecuencia al levantarse para ir al trabajo.
Un mal día se enfermó de gravedad,su sufrido corazón le pasó factura, le dió un derrame cerebral con desenlace fatal.
Mi vida, mi casa se transformó en un loquero, mi pobre madre se vino a bajo.
De pronto crecí de un dia para otro de niña a mujer.
Sequé mis lágrimas y salí a la calle en busca de trabajo, mi primer trabajo fue en un taller de calzado cerca de casa, trabaje un mes y no me pagaron, me busque otro,luego otro, en busca de mejor remuneración.
Años más tarde, conocí al amor de mi vida,nos ennoviamos,y pasado el año nos casamos,solo por civil y una reunión familiar.
Familia y amigos sabedores de nuestra intención de abandonar el país,en busca de nuevos horizontes,nos obsequiaron con dinero.
A tan solo un mes de casados,en lo que terminó el papeleo nos fuimos a Venezuela el país elegido,con pasaje de ida y salida a Barranquilla,»Colombia» para gastar menos.Llegamos en la noche luego de un largo y penoso viaje,dado a la ansiedad y a las expectativas.
Al llegar al aeropuerto de Maiquetía la persona que acordó con mi suegro irnos a buscar y alojarnos en una habitación provisoria, no se presentó.
Se trataba de una pareja de uruguayos,el conserje y ella encargada de la limpieza del edificio en que vivián.
Estábamos aterrados,no sabíamos donde ir, nos ofrecían taxi y coches ocupados, no sabíamos que se estila compartir el viaje para alivianar el costo.
Más tarde dimos con uno desocupado, lo tomamos pero el taxista esperaba llevar más gente,le dimos la única dirección que teníamos y aceptó llevarnos solos.
Finalmente detuvimos el taxi para preguntar por la dirección a un policía, que tuvo la amabilidad de escoltar el taxi hasta frente del edificio.Pagamos el taxi y llamamos en la única puerta que podíamos llamar, no nos quedaba otra. Al abrir la puerta y decirles quienes éramos se sorprendieron, alegando que no tenían la camioneta, por eso no nos pudieron ir a buscar.Les hicimos entrega de las cartas y los encargues que pidieron, para comenzar a hablar de las posibilidades de trabajo, nos decían que mientras no tuviésemos la documentación venezolana,no nos tomarían en ningun lado.
Les pregunte si habia iglesias con la esperanza de encontrar ayuda en ellas y contestaron que no habia, que lo único que por el momento podíamos hacer era que él trabajase en una estancia a 300 kilómetros de ahí, yo en la limpieza del edificio. Les dijimos que antes de separarnos, nos regresamos para Uruguay.
También nos hablaron de las rapiñas,asesinatos y que para sacarnos un anillo nos pueden cortar la mano.
Esa noche nos acostamos en el suelo,llorando sin poder dormir, Quique pensando en regresar, yo en buscar una iglesia. Al otro dia ni mal salimos lo primero que vemos desde la cima fue una cruz, ¡una iglesia! . Caminamos en esa dirección y dimos con ella y el padre Victorino, un amor de persona.
Le contamos la historia desde nuestra llegada, se mostró muy solidario y nos ofreció hospedarnos en un monoambiente propiedad de la iglesia destinado a alojar matrimonios que realizaran cursos religiosos. El padre tenía una camioneta que nos prestó para ir a buscar el equipaje a la casa donde pasamos la primer noche. Al vernos llegar no lo podían creer, sus ojos se salían de sus órbitas, pasamos a contarles los acontecimientos y por la expresión de sus rostros no les agradó nada.
Cenamos en el comedor de la iglesia, dormimos en una cama decente. Al otro día encontramos al padre llamando a todos sus conocidos en busca de habitación y trabajo para nosotros. Consiguió para Quique en un taller mecánico y a mi en uno de costura.
Además nos ayudó a sacar la documentación que nos habilita a trabajar, cambié mi trabajo por vendedora en una librería del centro comercial » El Marquez » . Nos encontrábamos con mi esposo al mediodía para engañar el estómago y contarnos las horas vividas.
Alquilamos un apartamento tipo estudio que amueblamos con objetos que la gente desechaba, pasaron seis meses en los que pudimos comprobar que tan solo comprando los alimentos vivíamos al día. Pensamos en regresarnos al Uruguay, hablando por teléfono con mi madre nos contaba que un ex vecino suyo vivía en Barquisimeto una ciudad a 400 km de Caracas. Al contactarnos con èl y su señora, nos aconsejaron que probásemos suerte en su ciudad.
Le contamos al padre nuestro cambio de planes, compartió nuestro parecer, nos despedimos con pena llenos de agradecimiento con la promesa de visitarlo.
Llegamos a Barquisimeto, nos gusto la ciudad, nos recibieron muy bien y prometieron ayudarnos a buscar un taller. Con mucha suerte alquilamos uno que estaba cerrado desde hacía tres años, el dueño era peruano, y nos vendió las herramientas a pagar mes a mes con el alquiler. Era un terreno amplio con un frente de pared de lado a lado y un gran portón, al fondo un alero de chapa y una fosa. Se pintó todo el frente de blanco con el nombre » TALLER URUGUAY» y en letras medianas los servicios ofrecidos, repartimos volantes por casas y coches, comenzamos con un horario de 8 a 20 horas que resultó muy exitoso.
Ahorramos un dinero para comprar coches abandonados, que Quique reparaba y se vendían como pan. Pasaron tres años, retiramos nuestro ahorros, nos regresamos a nuestro país y familia. Realizamos nuestro sueño, somos padres de dos hijos, propietarios y seguimos con » TALLER URUGUAY».
Fin
Grisel Telechea.
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