Sin pan y sin trabajo

Sin pan y sin trabajo

Joan Franco

25/05/2016

Ella lloraba de hambre y el de impotencia.
La imagen de esa mañana nunca la pude borrar de mi memoria, la impotencia de mi padre montado a su mesa con los puños apretados y mi madre casi sin figura por sacar las ultima gota de leche de sus senos para alimentar a mi hermano. El aire no solo estaba tenso en mi casa, en las casas vecinas también se escuchaba el llanterio y las discusiones.

Al otro lado de la plaza se incendiaba la fabrica mientras los trabajadores miraban atónitos como su sustento se escapaba por el aire en forma de humo. Mi padre estuvo casi toda la mañana recostado en su mesa mirando esa ventana que tenia como panorama final esa enorme columna de humo, mi madre calentaba el agua para reutilizar la yerba mate por quinta vez y así poder engañar el estomago por lo menos hasta la tarde.
Todo comenzó unas semanas atrás, cuando Italo (el tornero), se reventó literalmente el dedo con la maquinaria. Puedo dar fe de eso por que aun recuerdo como a mi madre se le hundieron los ojos cuando vio desde la puerta a Italo cruzar la plaza con la camisa empapada en sangre, ella sin demorar soltó el mate y fue directo a la cajonera de la mesa donde guardaba trazos de tela para hacerle compresas a mi padre cuando se accidentaba.

Si bien la mayoría de las casa de los trabajadores lindaban con la fabrica y la plaza, todos eramos vecinos en un radio de docientos metros, pero mi casa era una especie de mutual en el barrio, donde todos los vecinos se congregaban por algún u otro motivo para hablar con mi padre o hacer reuniones tipo sindicales. (Lo cual estaba prohibido por que los sindicatos en ese tiempo eran visto como organizaciones ilegales).
 Mi padre era un especie de líder sindical, trabajaba desde los trece años en la fabrica y podía organizar a los trabajadores con los ojos cerrado, también conocía algunos aspecto de la parte contable de la fabrica ya que mas de una vez se sentó con los patrones en representación de sus compañeros y esto lo obligo a interiorizarse de ciertos aspectos que un trabajador común desconocía.
 Ese día del accidente mi padre llego muy serio, el patrón lo había señalado como responsable de que Italo abandone su lugar de trabajo. Y aunque no fue así, el siempre nos dijo que si Italo le hubiese preguntado el hubiese dicho que si, pero la urgencia de esa herida no podía esperar, era demasiada herida incluso para un hombre robusto y con actitud de matón como Italo. Mi padre ese día se lavo la cara y las manos en la fuente de lata que siempre lo esperaba con su agua cristalina. Era casi mágico el trabajo de mi madre, por que dejaba esparcido su amor por toda la casa como la abeja el polen y el cada lugar que tocaba sabia que estaba meticulosamente preparado para entregar amor sin mencionar una sola palabra. Mi madre abrió la olla que aun estaba en el fuego y le sirvió un plato abundante de guiso, como advirtiendo que había que esperar con el estomago lleno lo que estaba por venir y esto no tardo mucho en llegar, de pronto se escucho tocar la puerta de casa de una forma inusual, era uno de lo compañeros de mi padre que le venia anunciar que el patrón había decidido echar a Italo y dos compañeros mas del trabajo. A Italo por ausentarse del trabajo sin permiso y a los otros dos por reprocharles el despido cuando salieron en defensa. Mi padre que no alcanzo a darle un misera cucharada al guiso se levanto acompañada por el mismo silencio que trajo cuando llego a casa, se abrocho la camisa y se acomodo los suspensores a los hombros, le dio una palmada en la espalda a su compañeros y salieron los dos.

Pasaron una, dos,tres, cinco horas y el no venia, mi madre salia de la casa y miraba para el lado de la fabrica una y otra vez, se preparaba un mate que nunca terminaba de tomar, se distraía con mi hermanito y volvía a salir para mirar si regresaba. Ya pisando la media noche se escucho la fuente de lata afuera de casa y ella como una especie de soldado se despabilo de su siesta furtiva y salio en busca de su marido el cual no traía buenas noticias. Una vez sentado nos contó que al llegar a la fabrica estaba la fuerza publicas reprimiendo con palos y carabinas a sus compañeros y que solo cesaron cuando el patrón vio la llegada  de el. Su patrón lo llamo, y el fue preparado para negociar los despido, pero nada de eso sucedió, sin mas su patrón que estaba junto a dos extranjeros le anuncio que la fabrica seria cerrada y vendida. Mi padre en lo único que pensó fue en su familia, se le dio vuelta el mundo a ciento ochenta grados, de pasar en un día a tener trabajo a no tener nada. De pronto el patrón lo despabila con una palmada en el hombro, lo mira y le jura que hablo con estos extranjeros y que ellos le dieron su palabra para que el sea el primero que contraten cuando re abran la fabrica, pero que debía esperar una semana hasta que todo se acomode.  Pasaron una, dos, tres semanas y ya no había comida en casa, la yerba era utilizada por quinta vez para engañar el estomago. El lunes de la cuarta semana se aglomeraron los trabajadores en la puerta de la fabrica, comenzaron a prenderla fuego (o por lo menos eso decían los diarios), mi padre impotente confiaba aun en la palabra de su patrón y miraba por la ventana a ver si alguien llegaba a tocar su puerta para devolverle su trabajo.
FIN.
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 (Pintura, «sin pan y sin trabajo» Ernesto de la Cárcova)Cárcova-sin_pan_y_sin_traba5.jpg

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