–Alicia, he descubierto tu secreto.
–¿Qué has dicho?
Alicia apagó la fotocopiadora y la oficina quedó en silencio. Todos se habían ido ya.
–Que eres un hombre.
–¡Estás loco!
–Tal vez, pero tú antes te llamabas Antonio.
–¡Oh, Dios mío! Salva, por favor, no se lo digas a nadie. Me despedirán.
–Tranquila, no quiero que lo sepan.
–Entonces… ¿Qué quieres?
–Besarte.
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