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Antes de contaros la historia de cómo es trabajar en una tienda erótica quiero contaros primero que soy una de esas locas que dejó su trabajo fijo en una gran empresa española en medio de la tormenta de la crisis que nos azota y cansada de sentirme infravalorada dados mis conocimientos, mi formación y mi experiencia, renuncié a un sueldo fijo, pagas, vacaciones pagadas y horario fijo por esta bendita aventura que aunque a veces me quita la vida, la mayoría del tiempo me llena de satisfacción por poder ayudar a otras personas a tener mejorar en su vida sexual.

Hacía más de seis años que me dedicaba a la venta de productos eróticos en mi tiempo libre y que lo compaginaba con el trabajo que realmente me daba de comer, por eso cuando decidí marcharme, después de un año sabático comenzó mi aventura “Los Secretos del Deseo”.

Tengo que deciros que no es nada fácil montar un negocio, ¡madre mía!, montones de papeles, formularios, préstamos, seguros, estudios de mercado, impuestos y tiempo, tiempo para la burocracia más rancia, pero no nos vamos a parar en eso.

Por fin consigo abrir la tienda y a pesar de haber oído infinidades de historias en las reuniones de amigas donde como podéis imaginar, las mujeres en ambiente relajado se nos suelta la lengua y contamos lo más grande, encuentro que en pleno siglo XXI seguimos teniendo un serio problema con nuestra sexualidad.  

Si he de ser sincera, evidentemente tengo que comer y la tienda está para eso, me satisface muchísimo más ayudar a mis clientes cuando tienen un problema que hacer una venta maravillosa, pero claro, lo uno va cogido de la mano de lo otro.

Algo que pasa cada día es que yo hago feliz a la gente sin necesidad de entrar a la tienda, no podéis imaginaros la cantidad de gente que pasa por el escaparate y que sólo con mirar y ver de lo que es se les dibuja una sonrisa en la cara, pero ¡oye! ¿Qué necesitas para que  en vez de sonreír bajes el escalón, atravieses la puerta y te lleves algo que es bueno para ti?

Y ahora que ya os he introducido en mi mundo os cuento algunas anécdotas graciosas y no tan graciosas que me han pasado desde que abrí la tienda.

Comenzando por las menos graciosas, están las primeras llamadas de teléfono desde números ocultos, aprovecho para decir desde aquí, si vais a llamar a una tienda erótica para hacer una broma, no pongáis número oculto, no cogemos el teléfono, ya sabemos que es lo que viene después.  En una de esas llamadas un personaje muy gracioso y con voz muy sensual tuvo a bien invitarme a pasar un fin de semana galopando, decliné la invitación amablemente y de manera muy educada le dije que estaba muy ocupada.

Luego tengo otro que llama de vez en cuando para pedirme preservativos XXL, cuando le digo el tamaño que tienen me explica de manera muy explícita que tiene el miembro muy grande y que los rompe todos, estoy por escribir a las marcas de preservativos para ver si podemos hacer algo por esta pobre criatura, la ultima vez ya le dije que dada mi experiencia sería mucho mejor que fuese a comprar una caja de papel film y así podrá poner la medida que necesite, después con una goma de la huevería que se lo sujete, la goma le hace de dos en uno, le sujeta y es anillo para potenciar la erección.

Vamos con las graciosas.

Tengo que deciros que hay mucha gente despistada, es cierto que a la vuelta de mi tienda hay una fotocopistería, pero yo me pregunto, tienes que abrir la puerta, con lo cual ya ves el interior de la tienda rosa y blanca y cuando entras huele a incienso de canela, sé que es cuestión de décimas de segundo, pero,  la pregunta “¿Hacéis aquí fotocopias?” no tiene mucho sentido ¿no?

Otras han pensado que era una tienda de muebles y se quieren llevar el mobiliario al completo, el cabecero de la cama, el tocador, la cómoda…. Entonces yo me tiro de los pelos y pienso, no me queda muy claro si soy yo que estoy haciendo algo mal o la gente está fatal.

Tuve hace no mucho un cliente al que tuve que tranquilizarlo porque casi me desmonta la tienda al completo, el hombre estaba tan nervioso que todo lo que cogía se le caía al suelo, me tiró dos percheros, se chocaba con los muebles, un desastre. “Chico, tranquilo, que me vas a desmontar el chiringuito. No pasa nada, dime en que te puedo ayudar y yo te voy enseñando lo que necesites” si no le paro tengo que cerrar por desastre natural.

Pero la anécdota más entrañable y divertida la protagonizó un abuelo de ochenta años que vino a comprarle un vibrador a su amiga viuda, a ella le daba mucha vergüenza y él por una amiga, hacía lo que hiciera falta y que total no estaba matando a nadie. Le saqué un vibrador pequeño, para que la mujer se fuera familiarizando y que no le pareciese demasiado agresivo, cuando de repente me dice el abuelo “chiquilla, dame uno más grande que eso es mu chico, no se va a enterar de nada”. No me quedó por menos que reírme, como le explicas a un señor de esa edad que está confundido, le di uno un poco más grande y un lubricante. Me hizo escribirle en el ticket cómo funcionaba el juguete y cómo debía de usar el lubricante. Ese día comprendí que el sexo no se termina con la edad, que obtener placer es innato del ser humano y que tenemos tan mala educación sexual que creemos que con los años todo muere.

Cada día aprendo cosas nuevas, he aprendido a borrar estereotipos, a no juzgar a nadie por sus gustos o su condición sexual y a crecer como persona.  Me encanta mi aventura. 

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