borradorAmasadora de Esperanzas

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Mari Macca

30/08/2023

En las orillas del rio Paraná, un lugar de belleza única donde pasado y presente se fusiona. En Puerto Sánchez un barrio de pescadores, se oye la canción de Jorge Mendes…“Puerto Sánchez es un paisaje donde el cielo azul bajo”… en ese horizonte de costa litoraleña, Doña Maria mujer de vivencias curtidas, de unos sesenta y tantos años, en el patio de su rancho, amasa sobre una mesa de pino. Su simple labor, es un acto de devoción y amor a sus 5 hijos, ya que con el pan que cocina, logra mantenerlos. En todo el barrio era conocida. Desde las horas tempranas del amanecer hasta que se escondía el sol en el rio, ella se entregaba a la tarea de mezclar harina, sal y levadura, con manos trabajadoras y a veces exhaustas, amasaba sus anhelos y esperanzas. En el fondo de su humilde casa, lleno de plantas en tarros y envases variados, en un rincón apartado tenía un horno de barro, que calentaba con las chilcas que la gurisada le juntaba de los alrededores. Además de unos palos de leña que le compraba a Don José por unos pocos pesos. El olor a pan recién horneado se colaba en las casas vecinas, entremezclándose con las risas de los gurises y las charlas con mate en mano, de las abuelas sentadas en sillones en la vereda.

Una noche de tormenta, Maria salió a guarecer las plantas y al mirar hacia la costa, vio una imagen angelical, una mujer con alas, envuelta en ropas blancas y doradas que le dijo: “Dulce Maria, tus manos se llenan de harina, se del amor que empuñas en tu amase, tu pan alimenta el cuerpo y también el alma. Te daré un Don especial, para que el producto de tu horno de barro lleguen más allá de este rio, para que puedas tocar los corazones de otras tierras.” Maria asombrada y temerosa, cerró sus ojos. Al día siguiente despertó en su cama, recordando lo dicho por aquella presencia celestial. Rápidamente se puso en su labor a preparar los ingredientes necesarios, sus manos se volvieron mágicas, cada masa que amasaba era más exquisita, y su llegaba más lejos. Pronto comenzaron a llegar personas de otros barrios a comprar pan.

Cuando alguien probaba un bocado de aquella delicia, se producía un cambio en sus miradas, se instalaba una sonrisa en su cara, una energía recorría sus cuerpos, provocando un ambiente que invitaba a la charla con quien estuviera cerca, ablandando corazones, de quienes miraban con empatía a los pobladores de la zona, compartiendo mates y sueños. Provocando que se creara una red de colaboración entre las almas instaban el bien de los lugareños. Grupos de jóvenes se aunaron para limpiar la costa, otros colaboraron con herramientas y materiales para arreglar las viviendas, otros donaban alimentos, ropas y otros artículos básicos, más se pusieron en la labor de armar un centro comunitario donde desarrollar capacitaciones en cocina saludable, economía doméstica, costura, reparación de electrodomésticos, albañilería y alfabetización. En ese mismo lugar, maestros desarrollaron clases de apoyo escolar para todos los niños de la zona.

Al político de turno de la ciudad no le cayó en gracia, tanto despliegue solidario. Ya que esta relación de cooperación no favorecía sus intenciones de postularse en un cargo de mayor jerarquía. Por lo cual envió a destrozar el horno una noche de luna llena. Cuando unos diez amigos de las malas mañas se allegaron a la casa de Doña Maria, fueron sorprendidos por una bruma extraña que los envolvió. Un aroma a pan recién horneado los mareo, sus ojos se llenaron de lágrimas, buscaron a tientas un escalón donde sentarse, quedando sumidos en una tristeza que les partía el corazón. Al Amanecer Doña Maria se encontró con una escena digna de una tragi-comedia, unos muchachones sumidos en quejas, lágrimas y mocos que empapaban sus caras.

Doña Maria llamo a sus hijos, los mayorcitos prendieron fuego en el horno, ella busco los ingredientes y comenzó a amasar, los más pequeños prepararon y cebaron unos mates. Cuando saco los primeros panes, les convido un pedazo a cada. Como por arte de magia, las caras largas se convirtieron en sonrisas, y todos conversaron sobre la importancia de ayudarse los unos a los otros. Los muchachos se conmovieron, pero también quisieron llevarse unos panes a sus familias, así que Doña Maria ese día amaso sin descanso. Ellos comprendieron que aquel pan era un puente de esperanza, que unía corazones y almas, que invitaba a expresar el amor y la esencia de la vida compartida.

Doña Maria siguió haciendo pan y compartiendo su don con todos…

El político se quedó solo y con las ganas, pero esa es harina de otro costal, y cuento de otro cuento.

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