“Hace miles de años, en una pequeña aldea del Creciente Fértil, vivía un joven llamado Malik.
La aldea estaba rodeada de vastos campos de cultivos, pero en esa época del año, la cosecha aún no estaba lista, y las reservas de alimentos escaseaban.
Malik, preocupado, decidió aventurarse más allá de las colinas cercanas en busca de algo que pudiera alimentar a su familia y a los demás habitantes de la aldea.
Una tarde, mientras caminaba por los campos, divisó un grupo de pájaros peleando por unos granos de trigo que yacían en el suelo. Curioso, se acercó a la escena y recogió muchos granos. Aunque estaba hambriento, sabía que crudos no eran comestibles para los seres humanos.
Con determinación, se dispuso a encontrar una manera de aprovechar esos granos y convertirlos en algo que pudiera alimentar a la gente. De vuelta en su modesta choza, comenzó a experimentar con ellos. Intentó hervirlos, pero eso no parecía cambiar su estado. Luego, probó triturarlos con piedras, pero el resultado fue una especie de polvo grueso y áspero.
Contemplando los granos de trigo en su mano, se le ocurrió una idea. Recordó que, hace un tiempo, había recogido algunos granos húmedos que quedaron bajo la lluvia. Al tocarlos, notó que estaban más suaves y un poco pegajosos.
Inspirado por esta revelación, decidió intentarlo una vez más. Tomó un puñado de granos de trigo y los sumergió en agua. Luego, los dejó reposar junto al fuego durante la noche. Al despertar al día siguiente, notó que los granos habían adquirido una textura suave y viscosa.Emocionado, Malik comenzó a amasar la masa húmeda con sus manos, y luego la colocó sobre una piedra caliente cerca del fuego para secarla. A medida que la masa se cocía lentamente, un aroma irresistible se propagó por el aire.
Cuando estuvo lista, tomó un trozo y lo probó. ¡Era delicioso! Un sabor nuevo y reconfortante llenó su boca. Corrió a compartir su descubrimiento con los demás miembros de la aldea.Todos quedaron maravillados con el alimento, que con ingenio y perseverancia Malik había creado; les brindó energía y una sensación de satisfacción que no habían sentido antes. El sencillo grano de trigo se transformó en algo mágico y nutritivo, él lo llamó Lechem o Lejem, y su método de preparación se transmitió de generación en generación”.
El aroma del pan recién horneado se mezclaba con el dulce perfume de las flores. Allí vivía un anciano panadero llamado Don Mustafa, cuyas manos expertas creaban el pan más delicioso que jamás hubieran probado. Había heredado el arte de la panadería de su abuelo, quien a su vez lo había aprendido de sus ancestros. La tradición familiar era como el hilo conductor que unía el pasado con el presente, era el alimento que nutría con amor los cuerpos de quienes lo degustaban.
El pueblo, además de ser famoso por su pan, también era un lugar de encuentro donde se celebraba anualmente un festival de poesía. Los versos fluían como ríos de tinta, llenando el aire con palabras que acariciaban el corazón de cada espectador. En este festival, la poesía era tan esencial como el pan para la vida misma.
Una tarde, mientras Don Mustafa amasaba la masa para el siguiente lote, escuchó los suaves murmullos de un poeta que recitaba versos bajo un árbol cercano. La voz del poeta era melodiosa, y sus palabras parecían danzar en el aire, entrelazándose con el aroma del pan recién horneado. Y tuvo una revelación: el pan era alimento para el cuerpo, pero la poesía era alimento para el alma. Ambos se complementaban, nutriendo diferentes partes de la existencia humana.
Desde ese día, decidió llevar su mercadería al festival de poesía. Mientras los poetas recitaban los versos, él repartía trozos generosos de pan entre el público. La gente apreciaba el gesto, y los versos resonaban aún más profundo cuando se acompañaban del sabor del pan; como si cada bocado alimentara también sus emociones y sueños más felices. Se convirtió, en un símbolo poderoso, que va más allá de su función como alimento, conectando con aspectos espirituales y culturales más profundos.
Así, la historia del pan y la poesía quedó grabada en las páginas del tiempo, como un recordatorio de la importancia de nutrir no solo nuestros cuerpos sino también nuestras almas. Porque, al igual que el pan sacia el hambre, la poesía sacia la sed de belleza y significado en la vida, y juntos, en armonía, nos ayudan a encontrar el equilibrio en nuestro camino hacia la plenitud; recordándonos que en la sencillez de la vida se encuentra la más profunda y verdadera esencia de nuestra existencia.
Nb. Creciente Fértil, (región del Oriente Medio
que abarca partes de lo que ahora son países como Irak, Siria, Jordania,
Israel, Palestina, Turquía e Irán. Es en esta región donde se cree que
se desarrolló la agricultura y la adaptación para alimento de cereales como el trigo, la cebada y el centeno. La confección del pan se fue perfeccionando y difundiendo por las civilizaciones antiguas como la egipcia y mesopotámica.
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