Me preguntas por qué beso tu frente.
Si viniera en este momento la muerte y te llevara, me agarraría a ti con más fuerza de la que tus males pudieran, celosos, sospecharme.
Y en ese duelo, si voy perdiendo irremediablemente, suplicaría a la sombra que te lleva poder besarte en señal de despedida.
«Bandera blanca, calavera».
Sin tiempo para la muerte de pensarlo y yo ya estaría besando tu frente.
Obstinado.
Como si tu calavera y mis labios hubiesen celebrado matrimonio en secreto hace ya tanto tiempo.
Te besaría directamente donde guardas tus ideas,
tu propia luz,
mi autonomía.
Y duraría el beso tanto tiempo
que terminaría con siglos de paz,
de desazón
y de apremiante economía.
Porque así como un Orfeo imantado
la muerte jamás pudiera
arrebatárteme.
«Pensó Orfeo, equivocado».
Y así jamás te acabarías.
De Roma son los senderos que me llevan a tu casa.
De amor en tu reflejo.
Porque yo haría de ese beso letanía.
para que fuera próspero en el tiempo.
Y por más que eternizara tu armonía
Y aunque te besara cada noche
y cada día
en realidad no detendría el dolor
ni el proseguir
de tu éxodo infalible
y desencuentro.
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