Con una tapa contramarcada se cambiaba una nueva botella de aguardiente, fueron cuatro tapas y más de cien tragos de aguardiente los que me hicieron conocer tus labios, cuando la madrugada se acercaba y yo enredada entre tus brazos con una borrachera de amor no llegaba a imaginar que conocería el enigma de tus besos, esos besos que cada día eran más cercanos a la luna.
Tú unos años menos que yo, quizás en aquel entonces no era una mujer madura para entenderlo, tú unos años menos que yo besabas cómo los dioses, ahora yo mayor que tú después de tantos besos de labios diferentes puedo comprender que el aroma y el sabor de tus labios es un sabor indescriptible, cercano a la luna.
Las frías noches y el sol radiante de mi pueblo aún después de tanto tiempo no han olvidado esa sonrisa y esa picardía con la que me dabas cada beso, tu lengua era una dulce tentación, tu lengua rosando mis labios despertando pasión me hacía perder la razón, tu saliva aún la conservo en mis pensamientos, era tu manera de besar la que me hacia estar cercana la luna.
Tu saliva me bautizó, tus besos se convirtieron en una de las fantasías de mi vida, ha pasado el tiempo y tenemos mundos diferentes pero una hermosa realidad en común, un alma viva prodigio de tus labios, producto de los besos más intensos de vida. Ella, un ángel, tu heredera cercana a 15 años, ella una elixir de amor, nuestra hija llamada LUNA.
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