Querida Rana:
Con mucho dolor escuché tu canto quebrando el silencio de la noche mientras se colaba por la ventana. En medio de la oscuridad tu voz se abrió espacio y penetró como un centellazo paredes, ropas, piel y carne. No sé si fue el frío de la madrugada o fue la tristeza lo que se metió en mis huesos y puso mi carne de gallina, pero por más que traté de cubrirme no pude protegerme de ninguno y sucumbí sumiso al deseo morboso de extrañarte.

Te he imaginado conmigo. O mejor dicho, me he imaginado contigo cantando juntos a la luz de la luna, revolcándonos desnudos en el agua fría, con las estrellas reflejándose en esa piel tuya brillosa y húmeda que por tanto tiempo me iluminó la vida. Y durante el instante eterno que duró mi sueño la charca fue el mismísimo universo entero. Fuera de ella nada existía o nada importaba.

Tu saltabas, jugando a esconderte entre los matorrales para luego asaltarme sorpresivamente. Y yo, loco por tocarte, aproveché tu juego para tropezar con tu cuerpo y quedarme asido a ti, acomodándome sin pena hasta sentir tu piel fría bajo mi panza. Que fácil es ser temerario y atrevido mientras se sueña.

En realidad te he soñado de mil maneras distintas, en mil ambientes diferentes y en las mas diversas situaciones, y en cada una de ellas he culminado abrazándote, aferrándome a esa mezcla de amor y deseo que me llena mientras fecundo tus huevos.

Pero la realidad de tu ausencia es un cable a tierra que me perfora y sabotea mi fantasía, recordándome que no estaré contigo esta noche, ni la otra, ni la siguiente, y que tarde o temprano visitarás la charca persiguiendo un canto que no es el mío. Nada podría reprocharte, lo sé, pero arde muy fuerte la tristeza de saberte cerca e inaccesible al mismo tiempo.

En el colmo de la ironía, esta mañana ella me ha preguntado mientras se vestía: – ¿Has escuchado anoche el canto de las ranas?. Y asentí sin mirarla, para que no notara lo triste que me resulta recordarte. Para que no advirtiera que su rostro me transporta a esa estúpida mañana en que su beso me hizo preso en este cuerpo de príncipe, condenándome a ser reo en este inmenso castillo.

He decidido que esta noche voy a buscarte, no importa que me temas por no reconocerme. Iré y te atraparé desprevenida ocultándome entre la maleza. Una vez allí saltaré sobre ti y besaré con fuerza tu boca verde y grande, recorriendo con mis labios tu fría humanidad. Y esperaré con los ojos cerrados a que mi beso de amor nos devuelva la dicha de estar juntos. Esperaré a que reverdezcan mi cuerpo y la esperanza de estar contigo.

Si esto no sucede te soltaré y seguramente escaparás aterrada. Dejaré esta nota con la esperanza absurda de que la leas y la entiendas, y me encerraré en mi alcoba esperándote cada noche, para escuchar tu canto quebrando el silencio mientras se cuela por la ventana.

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