Monólogo. El beso.

Monólogo. El beso.

Bienvenidos todos a esta noche especial, después de tanto tiempo. De camino al plató he tenido la suerte de cruzarme con una espectacular chica, de esas que te levantan el ánimo, ya saben. Si fuese verdad lo que decía Bécquer, creo que, siendo poco generoso, le hubiese dado algo así como un millón de besos con estas miradas que me gasto… pero bueno, ¿qué hago? nací enamorado.

El primer beso que me dio mamá debió ser lo más, aunque por desgracia no lo recuerdo. Es lo que tiene acabar de venir al mundo un poco despistado.

Crecí, no mucho como pueden comprobar. Los besos de mamá me olían a manzana verde, los de papá a tabaco negro.

Una mañana, en medio de una mezcla rara de colonia Nenuco y champú desinfectante, que usan las madres para que las cabezas de sus peques no se llenen de visitantes, Amelia de primaria, sujetó mi cara con sus manos y sin previo aviso, me estampó un beso en la mejilla con olor a gominola de fresa. Me lo robó, pero fui feliz, para que negarlo. Dibujé un corazón de colores junto a la fecha, en mi cuaderno de papel cuadriculado.

Con los años las hormonas, fueron tomando el mando en la elección de pasiones pasajeras. Soy incapaz de recordar sus nombres, pero no olvido algún que otro chupetón que tatuaron en mi cuello. De vez en cuando me permito el lujo de revivir esos instantes cargados de erotismo, deseos incontrolados, primeras experiencias buenas y no tan buenas. Y es que tengo el listón muy alto en este tema. Rara vez después de un fallido beso, la relación se mantenía en el tiempo. Sé que puedo parecer infantil, pero para que insistir con alguien que desde el minuto uno te sabe cómo besar un cenicero, o te huele a “ya me lavaré mañana que hoy se me ha hecho tarde”.

Ahora en serio, no sé si les pasa, pero para mí los besos de mi esposa, por supuesto, son los mejores con diferencia. No es porque esté entre el público ahora, jaja, sino porque el sabor de hogar no tiene comparación y además nunca decepciona. Y por último, para terminar no puedo olvidarme de los besos perdidos, y no es que se me cayeran en algún sitio, ya me entienden, aun sin olor ni sabor, tienen su importancia. Sii, no se rían, ¿saben cuando desean algo tanto que el resto del mundo parece girar en torno a ese deseo?,¿lo saben no?

Y cuando no lo consiguen ya sea un libro, un coche, un viaje… esa ilusión permanece. Eso mismo siiii, eso es lo ocurre con los besos que se quedaron atrapados en dos bocas que nunca llegaron a encontrarse. Que serán perfectos para siempre. Ese deseo insatisfecho, con nombre propio, que dejó una pregunta sin respuesta en el aire, ésos, queridos amigos, serán por no haber sido vividos, besos inolvidables…


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