El beso «equivocado» que desató la pasión

El beso «equivocado» que desató la pasión

Adrián Escritor

04/02/2021

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Mariano pasó a buscar a Carla para llevarla al recital de la Mississipi, la mejor banda de blues de Argentina. Estrenaba camisa y jeans, zapatillas de cuero y auto impecable. Soltero, al fin se había decidido a invitar a su compañera de trabajo. Se sentía raro que con sus treinta y cinco recién cumplidos se había enamorado como un adolescente. Nunca se había comprometido mucho, nunca una mujer lo había cautivado así. Carla era sensual, llena de curvas, joven, alegre y con unos ojos grandes y de mirar profundo. Su cabellera larga y oscura la hacían parecer una diosa del Olimpo. 

 Del recital irían a cenar, y después, a lo que diera lugar. Cuando la vio enfundada en sus jeans, botas y remera, con sus ojos verdes bien maquillados, se quedo mudo, en estado de contemplación. Parecía una colegiala. Allá fueron riéndose a disfrutar del rock and blues. El ambiente era motivador;  la masa saltaba y cantaba a la par. La alegría era excitante al igual que Carla bailando y meneando sus caderas perfectas. Se dio cuenta lo sexy que era verla bailar y pensó si mejor se salteaban «el ir a cenar». 

Como a la mitad del recital, hubo un apagón.  Pensó que era el momento justo. La tanteó, la abrazó y buscó su boca, justo cuando volvían los reflectores. Pero no era a Carla a quien estaba besando, sino a una pelirroja. ¿Qué había pasado? Resulta que con el apagón a Carla se le cayó la cartera, y cuando ella  se agachó a recogerla en la penumbra  la muchacha que estaba a su lado se adelantó. Conclusión: un papelón. Terminó besando a la persona equivocada. Carla lo miró con sorpresa, luego con odio, y se dio media vuelta. El por detrás pidiéndole disculpas, que todo había sido un malentendido. Entonces Carla se detuvo, lo miró, lo tomó bruscamente de la camisa acorralándolo, y le dio un beso tan intenso que lo dejó derretido. Las piernas de Mariano se aflojaron por completo, pero ella sin compasión, seguía besándolo. 

Se repusieron y corrieron al auto. Los besos se intensificaron tanto que pasaron al segundo plano. Ella tomó la iniciativa, y él obedeció en todo. Cada beso mojado era mejor que el anterior, y así se sucedieron muchos más. Al terminar el recital, los encontró todavía en el auto. Pero eso sí, escuchando La Mississipi.

No fueron a cenar, fueron a la casa de él. Portón automático, y derecho a la habitación. Champagne y papas fritas. Más besos. Ropa cayendo. Más besos. Una noche que no se terminaba. Más y mejores besos. Abrazos, copas, y el blues de fondo cómplice en todo momento. –

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