Probablemente esperas que comience diciendo nombres de dos personas que se enamoraron y que su amor fue tan romántico como un beso apasionado. Pero quizás prefiero dejarlo a la imaginación, dejar que seas tú quien los bautices.
Lo que no puedo obviar es la parte esencial de que los momentos de la vida son mágicos cuando los mismos son administrados por el corazón, cuando se deja a un lado los problemas y cuando quien lo vive siente que se encuentra en un lugar perfecto donde todo juega a su favor.
Todo perfecto como ese día, todo mágico como ese beso. Más que un beso fue una llave para descubrir lo maravilloso de la atracción y la suavidad de unos labios que sencillamente confunden la realidad con un sueño jamás soñado por la exactitud de su perfección. El paraíso diseñado por unos minutos de temor y rapidez, la excelencia de una compañía implacable y la hermosura de una sensación de no querer terminar ese beso que flechó el corazón de tal forma que la mente no se contuvo a los pensamientos.
Ese beso fue tan peligroso como encantador, tan arriesgado como apasionado y tan rápido como estrella fugaz. Recordar ese día es pensar en lo que se es capaz de hacer cuando nos enloquecen los sentimientos, cuando nos envolvemos en la red del corazón y cuando simplemente dejamos que todo fluya.
Describir el lugar en donde sucedió sería lo más loco que puedas conocer, pero el lugar es ideal cuando la compañía es la idónea. Sentir la brisa y escuchar el sonido de los vehículos pasar mientras eres llevado por un motor de dos ruedas que se sostiene cuando prestas atención al camino y mantienes el control es lo más peculiar cuando se acompaña de un beso lleno de magia escondida mientras se corre el riego de ser atropellado o caer por una barranca, mientras corres el riesgo de que pase tu padre y te reproche y además, mientras vas con el tiempo encima por el toque de queda.
Las tantas veces que se intentó disfrutar un momento de tranquilidad mirando a los ojos a quien con ansias pedía ayuda, una ayuda que se traduce a saciar la sed de estallido de emociones. Escuchar el teléfono sonar mientras solo deseabas detener el tiempo e intentar no perder el control para no perder la vida. Pero todo lo vivido valió la pena por ese momento incomparable y esa persona extraordinaria.
La realidad que vivimos hoy día no fue una barrera ni un impedimento para vivir ese momento mágico y darnos ese beso encantador porque cuando el corazón manda los sentidos obedecen.
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