Luis Eduardo Aute acababa de fallecer a los setenta y seis años y las redes sociales se llenaban de mensajes de condolencia. Julián estaba conmocionado. Le vino a la memoria el repertorio musical que solían escuchar durante los largos viajes en familia y que incluía discos y canciones de él, Joaquín Sabina, Leonard Cohen, Mecano, Rod Stewart o Tina Turner. Visualizó la fotografía de aquella mañana de verano en la que conoció a la hija de Aute en un autobús que debía conducir a todo el grupo a un campamento. La noticia le llevó a buscar su nombre en internet con la intención de contactar. Quería darle el último pésame a la hija del fallecido a la que tuviera el gusto de conocer. Ella significaba mucho porque había sido su primer beso: ingenuo, claro, de niños jugando alrededor de una botella. Halló a una tal Laura Aute y decidió enviarle un mensaje por la red social:
Perdóname si no eres la persona que busco. La muerte del poeta me ha hecho recordar que una vez mi hermano y yo le vimos de cerca, pero sobre todo conocimos a su hija con la que fuimos a un campamento de verano de King´s College en Villacarriedo, Cantabria. Sólo quería saber si eras tú esa persona que recuerdo: adolescente, de tez muy blanca, bajita, más baja que yo, que ya entonces era alto para mi edad, y pelo castaño liso por los hombros. Si es así, ¿recuerdas la experiencia en el colegio de los Escolapios? Yo, Julián Balaguer, y mi hermano Felipe te saludamos después de tantos años y enviamos nuestro pésame por la muerte de tu padre, que tan presente estuvo durante nuestra adolescencia marcada por una educación familiar sentimental y progresista. Sus canciones fueron también las nuestras, durante los largos viajes que hacíamos; aquellas dichosas cintas de cromo que más de una vez se quedaban pilladas. Soy un sentimental. Un abrazo. Si no eres la hija de Aute, ignora el mensaje y disculpa de nuevo.
OPINIONES Y COMENTARIOS