Y espero que sea el viernes, aunque confieso que siempre guardo una ilusión de al llegar verte de espaldas con el mandil blanco.
Guardo tus gestos, el timbre de tu voz, el sonido de tu risa, todos juntos y mezclados en una bolsa de bioseguridad al costado de mi corazón.
De pronto un buen día parece ser el indicado, en el que ya he dicho lo suficiente como para verbalizar mis sentimientos. O mejor aún para fluir la intimidad de la proximidad, en la ternura de una caricia.
Dejas caer la barrera de piel, me relajas y aunque siempre creí estar listo para este momento, mientras más cerca te siento, menos perfecto me siento.
Es un amor tan raro esto que tengo. Tan nuevo que me siento tan inexperto. Tan torpe, cuando de ella se trata, imagino la escena y hasta siento tropezar a mi lengua.
Es una intriga entre mi inocencia y mi razón, nunca había sido tan feliz en medio de tanta impaciencia.
Debajo de esta mascarilla, mis labios empiezan a tener un infarto, de tan solo pensar que te besaré. Entregado a una lujuria infecciosa, respiro profundo para llenar de paciencia mis pulmones.
Sonrio, sin que puedas verlo. Te añoro pero quererte me hace no acercarme lo suficiente.
Un beso de pandemia, es el beso menos dado y más suplantado por lo físicamente espiritual que me permita habitar en ti. Sin ánimos de recompensa me dejo robar el corazón.
.
OPINIONES Y COMENTARIOS