Nuestro encuentro

Había esperado este momento durante tres meses, que aunque parecían seis por la intensidad de nuestras charlas, era poco el tiempo que llevábamos teniendo conversaciones diarias sin conocernos personalmente, y aunque había sido corto el tiempo, logramos compaginar hasta lo más profundo de nuestra alma; tanto como para conocer nuestras ilusiones, motivaciones, miedos y tristezas.

Ese día duré siete horas viajado y llegué a la ciudad sobre la hora del encuentro, concerté con él el lugar y una nueva hora para conocernos, no llevaba muchas expectativas (confieso), porque días antes afirmó no poder compaginar conmigo más allá de este único momento.

Recuerdo que aquel día en que vi su imagen en la aplicación de citas sentí un revolcón en mi cerebro, pude ver como si nos conociéramos desde otra vida, como si su alma encajara perfectamente con la mía, como si nuestra historia fuera larga y sentí un fogonazo en mi cuerpo, tanto deseo, tangas ganas de que fuera mío de nuevo, aun sin conocerlo.

Llegué al lugar, era de noche, noche de luna nueva, mis ojos merodeaban de un lado a otro, hasta que logré verlo, es perfecto, pensé, alto y delgado, me sorprendió que me gustara tanto, porque aunque llevara tapabocas, sus ojos expresivos me cautivaron por completo, la conversación fluyo con naturalidad (como era de esperarse), bebimos cerveza hasta que cerraron el lugar, luego caminamos por el parque, bajo la luz de la luna, y al son de un caminante de la calle que nos gritaba ¡Qué viva el amor!, en medio de los arboles nos detuvimos, él no aguantó más, quería nuestro primer beso, y es que él era tan amoroso en persona, perfectamente especial, cordial y guapo, que yo tampoco pude resistir estar alejada de su cuerpo; así que el rodeó mi cintura con sus manos, me abrazó y junto nuestros labios, su lengua se entrelazó con la mía, sus manos tocaron mis nalgas y me acercaron más a él, y nos dejamos consumir por el deseo hasta fundir en uno solo nuestros cuerpos.