Siente el calor que nace de mí y abrázame. Hazlo hasta sentir mis huesos entrelazados a los tuyos, porque he soñado este beso tantas veces que temo se desvanezca, me da miedo estropearlo con algún gesto equivocado o hacerlo con tanto ímpetu que dañe tu frágil boca.
Noto el aire que emana de tu pequeña nariz y lo aspiro; es mío, ya nadie me lo puede robar, pues recorre mi interior y me insufla vida. Lleno mis pulmones con él y ordeno a mis manos que transmitan ese aliento, el deseo que has provocado. Estoy al fin en tu cintura, tan parecida a la mía que me estremezco y es ahora cuando recuerdo tantos momentos rotos por la soledad de mi cuarto, veladas en las que te imaginaba cuando recorría mi propio cuerpo y me acercaba a ti en silencio; te acariciaba con mi pensamiento.
Ahora tengo tu beso y aroma, tengo tu aire en mis pulmones y la humedad de tu boca. Y pienso que puede que este momento no vuelva a repetirse, que tus miedos y los míos se hagan un enredo y no dejen espacio para nuestros deseos; a lo mejor nos cruzamos de nuevo en cualquier pasillo del insti y sólo tenemos la indiferencia que produce el temor a ser descubiertas. Pero este momento, este vínculo ya es nuestro.
No sé cómo pude tardar tanto en romper la coraza , renacer y volar cuál mariposa hacia ti, hacia este abrazo que me envuelve ahora y me empodera. Podría gritar, romper tantos silencios que oprimen y delatan, estorban y acomplejan. ¡Podría hacer tantas cosas gracias a tu beso!
Y es que sólo él ya vale la pena la vida.
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