Sus labios frescos, húmedos, ése olor a menta que lo hacían único, con ése beso ahogado en sus labios me saludaba en el portal del edificio.
Casi siempre lo visualizada en las penumbras de la noche, por la estrecha calle, allá a lo lejos le veía venir, con un brazo atrás, escondiendo un ramo de flores un tanto mustias.
¡No me importaba! sus buenas intenciones me valían, en elegir las flores más alegres en una gasolinera de la carretera, donde se paraba a reponer combustible, tomar un café y seguir la vía hasta llegar a mis brazos, ese gesto tenía mucho valor para mí.
¡Aún conservaban su aroma! y caminaba casi corriendo delante de él, en busca de un florero, tratando en alargarle la vida, le recortaba un tanto los tallos, le agregaba una pizca de azúcar al agua, dónde permanecerían hasta que fueran reemplazadas por otras.
Él detrás de mí, levantándome la pollera, jugueteando con el ritmo de mis caderas, le escuchaba decir; ¿todo eso es mío? sí amor; ¡TODO!
Mientras estaba arreglando las flores, él sazonaba, con caricias, la pasión que pronto devoraría entre sábanas.
Supe amarlo con todos mis sentidos, sus acciones me llenaban, nada faltaba, ni sobraba cuando estábamos juntos.
Me besaba los pasos que aún no había dado, respiraba mi aliento con ahínco y nos alimentamos mutuamente. Besé sus sueños, sus suspiros, él beso mis miedos, mis segundos, mi existir.
Pasó el tiempo lento, y la seguridad que sentía entre sus brazos fueron mermando en mi espera, ¿la espera de qué? Me hacía esa pregunta y no encontraba respuesta.
Él allí, mordiendo el tiempo esperando algo, ¿pero qué? Me bajé de los tacones para estar a su misma altura, pero las respuestas a muchas preguntas en nuestro haber, estaban aún en el aire.
Me armé de valor y coraje, mi verdad aunque cierta, fue dura para ambos, lo espere como siempre, y esta vez venía con las manos libres y sacó un chupete, ¡no encontró flores! Y me susurró al oído; esta noche será, más dulce.
Me bordó el cuerpo con sus besos, me dejó llena de él, cómo para que no lo olvidará, lloramos en silencio, resumimos todos los abrazos en uno solo, los besos fueron más dulces, escondiendo el amargor de nuestra verdad, allí acurrucados nos encontró el alba.
El tiempo pasó castigando mi soledad, lo veía en cada silueta, lo sentía en mí, nadie ha borrado sus besos de mi cuerpo.
Lo encontré y se acercó, volví a verme en esos ojos verdes olivo, pero ya no brillaba en ellos, nos abrazamos pero tampoco sentí la necesidad de tenerlo.
Ahora somos dos extraños con un pasado común, le extraño, ¡sí! Cómo ahora, como ayer. Como mañana, algo me faltaba cuando no estaba y aún me pregunto ¿qué?…
Gracias mi amor, por todo lo que volviste a revivir en mí, caí en cuenta, ¡encontré la respuesta a mi externa pregunta! tenía miedo.
MIEDO; de perder mi LIBERTAD.
Pd, te amé amor, nunca lo dudes
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