Corríamos por esas calles de piedra y en aquella bella meseta española, es cuando te vi por primera vez. Cierto que solo éramos unos niños, culpable de sentir un irrefrenable deseo de acercarme a tus hermosos labios y robarte un beso. Me halló en una encrucijada y una amalgama potente de sentimientos. Declinó mi propia propuesta y sigo mi camino. En años venideros, seguimos en contacto con la misma pandilla de amigos. 20 años han pasado desde aquel arrebato mío y no pienso en otra cosa desde entonces. Besarte es en lo que pienso al levantarme y morir en tu boca es mi último pensamiento en mi almohada. Si no lo consigo no pasa nada, ya solo el placer de saber que existes es más de lo que yo merezco en esta vida. No tengo miedo ya más, solo el tiempo dirá si mi arduo deseo de besarte se cumplirá y reclinado sobre las callejuelas que nos vieron nacer y jugar, se convierten en cómplice de ese mágico momento.
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