Podría intentarlo, de hecho podría dejar impreso en el papel uno de los tantos besos que he dado o que me ha regalado la vida. Pero me sentiría ínfimo, al pretender dejar literalmente materializado ese abanico de sentimientos que un beso conlleva, en una hoja. Plasmarlo en palabras empequeñecería el momento real en el cual ese beso fue gestado.
Me haría sentir un pésimo amante, un mal querido, al comparar mi experiencia con la de otros que seguramente me superan en amor, en labios o en letras. Es por ello que me rehúso a hacerlo, pues mis besos en papel son lamentables, son efímeras muriendo en el estanque del olvido, son estrellas fugaces que huyen de la noche sumidas en la vergüenza, por no estar a la altura de esos majestuosos besos que se elevan en el firmamento, que solo los grandes de las letras supieron descolgar para poder dejarlos adheridos al papel fragantes e impolutos, como si realmente te desearan y estuvieran intentando acariciar tu alma
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