Felinos literatos, libros en la pared; afuera: rostros desvelados que asoman por ventanas, espejos; vacíos monótonos compuestos de alucinaciones y memorias disformes que florecen con la tarde.
El instante que le conocí yo estaba absorto en MOBY DICK de Melville, mi lectura transitaba la pagina 94, restaban aun 658 para concluir, si es que un libro culmina con el fin de su lectura: ambas manos sosteniendo mi quijada sobre la mesa, levante la cabeza y presencie la mueca de un alma triste cuya mirada ese día se proyectó en mi ser.
El silencio duele. Somos un trozo de vida que flota, hace frio y los dientes se nos llenan de polvo, tiempo.
Años después, hoy han puesto sobre el enrejado una lámina, hay un resquicio por donde asoman oscuridad y vacío. La librería es una isla sobre la que yacen nuestros recuerdos náufragos, no les ha quedado nada: sólo el amor.
Abordábamos el autobús, nos acompañábamos, alguna vez su cabeza sobre mi hombro. Sin conversaciones, ni abrazos, nada entre nosotros, solo esos siete kilómetros de recorrido compartido, se despedía con una sonrisa y caminaba por el pasillo para descender del autobús, yo volvía a la lectura del leviatán, en tanto, ella desaparecía.
Un día me pidió que descendiera con ella del autobús, parados en la calle frente a la reja me dijo que ya no volvería a verme más, que se iba a casar, lloraba y temblaba su voz. Yo no dije nada solo la miraba, esa fue la primera vez que sentí como yo estaba enganchado por un arpón, ella me arrastraba al abismo, esa fue la última vez que le vi con el cabello largo y castaño. Hoja en blanco, escribir, borrar, tachar, hoja en blanco, escribir: abrir y cerrar los ojos a ese momento cuando nos vimos por primera vez.
Estoy recordando que fui como un perro feliz y vagabundo, un fantasma y también un niño que emprendía aventuras que culminaron, esta vida se escurre, erosiona y se fosiliza, es la repetición de otras tantas, ya perdí la cuenta, ya perdí muchas cosas y me quedo un instante varado entre las paginas amarillentas y polvosas, aferrado a una letra, a una página, a un texto de los millones de textos que habitan esta librería de viejo ¿Cómo llegue hasta aquí?
Camino entre las pilas de libros, hay más de cinco gatos merodeando entre y sobre los libros, he caminado durante tres horas por calles, parques, avenidas, camellones, muladares y pasillos de almacenes y tiendas departamentales, andado sin rumbo por una ciudad que ya me conoce, me ha visto envejecer y rejuvenecer una y otra vez. Me he detenido en esta librería porque aquí me hubiese gustado que ocurriera ese beso con los ojos cerrados, ese beso que nunca existió, ese que hubiese cambiado el rumbo, los destinos, ese que nos hubiese sacado a ambos del fondo del abismo. Ella caminó por aquí: nos reencontramos al paso de los años, tenia la cabeza rapada, nunca supe nada más.
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