El tío hace milagros

El tío hace milagros

Katze

14/01/2021

Estuve un día, un solo día en el taller de mi tío, un hombre barbudo que no era sacerdote, dado que era una persona muy elocuente con sus palabras, siempre repletas de cariño insospechado. Yo tenía 14 años cuando me quedé con él, su ocurrencia me pareció extraña y hasta conmovedora, removió mis entrañas.

Él estaba en absoluta concentración, en su excelso talento de creador. No había día que sus inventos no maravillaran a la pequeña población desértica que, obviamente sin prejuicios, observaban meticulosos cada detalle de sus obras hasta que la minuciosidad les perjudicaba la visión. Para entonces sus ojos cansados de obligarse cada segundo a mantenerse abiertos para observar cada minúsculo detalle de aquella nueva osadía, se cerraban con lentitud y volvían a abrirse enormes y amarillos en medio del ardor del despertar, sus movimientos eran como un ballet, delicados y ordenados, inmaculada la tela que incluía en el misticismo de sus hazañas, por fin dejaron de moverse para abrir el paso a mi vista curiosa de joven errático, y así pudiera observar de cerca aquel extraño invento que el viejo había hecho con todo su esfuerzo. 

Estaba un reloj cucú colgado en la pared que marcaba las horas enmudecido, pues cada vez que lo veía, estaba adelantado ¿Sería realmente el tiempo que había estado yo inhibido de sensaciones? Cuando al fin culminó en la perfección concebida tras horas de trabajo, cayó rendido sobre la mesada, mis ojos pudieron recorrer una muñeca de porcelana blanca y de cabello negro, era hermosa como los lirios, como un jardín de rocas o con igual que un jardín de rosas con arcos, combinaciones, deliciosos aromas que se mezclaban con mi amor por aquella muñeca, en mi idiotez de adolescente quedé encantado con el dulce pensamiento de una mujer que pudiera ser igual que ella y me parecía demasiado tierna, sonriente y alegre, entonces tomé la muñeca sin darme cuenta y comencé a danzar con ella entre mis brazos, estaba muy contento, ¿Sería para mí? Estaba hecha especialmente para mí. Detuve mi baile para observarla, mi corazón sintió paz y la coloqué junto a mi pecho con la ilusión infantil de que sintiera mis latidos acelerados. posteriormente, como un tonto, besé su cabeza, como si pudiera sentir mis labios y en especial mi cariño. Entonces se me resbaló de las manos y un gritó estalló en el cuarto, la muñeca al caer no se rompió, sino que su piel era ahora real, se sacudió la ropa y sorprendida se escondió entre las piernas de mi tío, cuya respiración ahora era pausada. Mi primer beso había sido, el beso que necesitaba el mago para darle vida a lo inanimado, el hechizo que mi vida necesitaba. Vivo con aquel recuerdo, mi tío nunca jamás volvió a hablarme y yo en mi vida volví a verla, mi muñeca de porcelana ¿Dónde estarás?¿Qué hice mal?.

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