TUS HISTORIAS DE AHORA

TUS HISTORIAS DE AHORA

Sabrina Frutal

20/04/2021

Nuestra amistosa compañía empezó cuando nací… supongo… me habría gustado preguntarte a ver qué dirías, tal vez esperando a que alternativamente dijeras que desde antes de nacer, pero conociéndote con lo práctico que has sido y, que a pesar de tu Alzheimer, lo sigues siendo, seguramente me dirías que sí, que empezó cuando nací. Ya luego han venido muchos años de esa compañía y experiencias compartidas, muchas etapas en las que me acompañaste y ayudaste, sin embargo, ahora soy yo quien te acompaña y te ayuda más a ti. Nunca en realidad hablamos detalladamente de tus años de vejez, qué querías ni cómo te veías. Yo por lo menos pensé que iba a suceder mucho tiempo después de cuando en realidad sucedió, que además iba a darse poco a poco y que tú, como siempre, ibas a ir dejando todo preparado.

Aunque no resultó así y además antes de tiempo, por lo menos así lo fue para mí, creo que a la final te pude organizar bien. Tuve que tomar decisiones de manera rápida y también difíciles, sin saber si iban a resultar apropiadas o no, pero hasta ahora han resultado bien.

Esta etapa empezó cuando yo pensaba que el comportamiento errático que estabas teniendo era a causa del licor porque tomabas ya demasiado, pero cuando empezaste a tener pérdida de memoria y en tareas que para ti eran casi que naturales, que las habías hecho casi toda tu vida, también empecé a ver exactamente los mismos síntomas de mi mamá cuando le diagnosticaron Alzheimer a ella. Como se supone que entre más temprano se haga un tratamiento, más lento y menos difícil de manejar será el deterioro causado por esta enfermedad, te llevé lo más pronto al médico y a hacerte tomar todos los exámenes que allí te ordenaron. Y sí, luego de varios exámenes y pruebas durante unos 4 meses, el diagnóstico fue Alzheimer. Te iniciaron la medicación, las terapias y los seguimientos médicos con varios especialistas mientras que tú, al mismo tiempo, hacías sudokus, crucigramas y sopas de letras, pero poco a poco, de todas maneras, fuiste perdiendo la habilidad para hacer estas cosas y también perdiste el interés. Se dice que esto es parte de esa enfermedad, que sucede por la misma pérdida de habilidad para hacerlas. Así que ya no podías ni siquiera salir solo a la calle porque te perdías, aunque, por fortuna de alguna manera volvías a la casa. Seguramente te favoreció que viviste en esa ciudad por más de 40 años y que ibas siempre al centro, que es la parte más antigua, por lo que las rutas para regresar a casa eran las mismas de hace muchos años.

Como ya empezaste después de un tiempo a necesitar acompañamiento permanente, inclusive para tus actividades básicas como bañarte y ponerte la ropa y además tuviste una fase de agresividad muy complicada, yo sola no podía con la situación así que tuve que hacer cambios. Estos incluyeron mudarnos de ciudad porque en la que vivíamos el servicio de salud que tienes no tenía todo lo que tú y mi mamá requerían para esta enfermedad sino que había que viajar a otra ciudad para acceder a estos, y si los cambiaba de servicio corríamos el riesgo de que se quedaran mínimo seis meses o quién sabe cuánto más sin cubrimiento, lo que habría sido terrible para esta condición. Así que mas bien nos mudé a ti, a mi mamá y a mí a esta otra ciudad donde sí habían todos los servicios. Los llevé a un hogar mientras yo alquilé para mí un lugar pequeño cercano. La casa en la que vivíamos la puse en arriendo y con eso se complementa para los costos de las necesidades de esta enfermedad.

El hogar es lindo, tiene unos prados verdes, una cascada pequeña que se alcanza a escuchar desde tu habitación y que cae formando una ligera corriente de agua sobre una angosta canaleta de piedra que rodea toda la casa.

Allí estás en cómodas condiciones: tienes en tu habitación tu televisor en el que te encanta ver las películas de acción, los noticieros y algunas telenovelas –que jamás te había visto viendo una y ahora resulta que te gustan, no todas, pero con unas inclusive no te paras a almorzar hasta que acabe el capítulo.

Si nos hubiéramos quedado en la casa no tendrías cosas tan agradables ni tampoco la compañía ni las actividades que te ofrecen allí.

Casi todos los días me envían fotos tuyas disfrutando las comidas, que se ven muy bien y abundantes. Una vez sugerí que te sirvieran menos de arroz pero me cuentan que tú pides que te den más y que no te gusta si no te lo dan, así que ni modo, seguirás con bastante arroz. Espero no te engordes porque los médicos nos llamarían la atención, seguramente nos van a decir que se te podría complicar tu salud, que ahora por fortuna y a pesar de todo, la tienes estable. Aunque hace unos días se te subió un poco la presión sanguínea, justo tuviste control médico por teléfono y así pude contarle al doctor quien indicó aumentarte un poco la dosis del medicamento y me envió su correo electrónico de la clínica para que le cuente cómo te va y cuánto medicamento habrá que ordenarte para el próximo mes. Hasta ahora vas bien.

Eso sí, te da un poco de ansiedad por salir e irte del hogar a eso de las tres de la tarde, pero no es de todos los días, ya las auxiliares que te acompañan te conocen y en esos momentos te tratan de poner a caminar por el prado, a contemplar las iguanas, las ardillas, los pájaros y al perro que hay en el hogar. A ti siempre te gustaron mucho los animales, de manera que eso te calma. Hace poco que tuvimos toque de queda, por videollamada te dije que no podíamos salir, tú afanado insistías ¿por qué?, te conté que hay un virus en la calle y que el alcalde había prohibido salir hasta el lunes a las 5 am y que apenas era el día sábado. La auxiliar de enfermería que te estaba acompañando te armó una pequeña historia, que si ustedes dos salían los podían llevar a la cárcel y que yo no podía ir a sacarlos. Yo agregué que me llevarían a mí también y que entonces, ¿qué hacíamos los tres en la cárcel? Tú te asombraste y entendiste, me preguntaste de nuevo para confirmar si era hasta el lunes a las 5 am y quedaste muy pendiente entonces para salir ese día. Afortunadamente, cuando llegó ese día ya se te había olvidado que ibas a salir, porque así ya hubiera terminado el toque de queda, hay que cuidarte y mantenerte guardado de todas maneras.

Aunque a ti te gusta estar ocupado, allá no te tienes que preocupar por nada: te cocinan, lavan los platos, arreglan la ropa y te hacen el aseo. Así que te entretienes es con las manualidades. Me dicen que las haces muy bien y que cortas muy bonito, de manera muy pulida. Y, bueno, yo les digo que es que fuiste cirujano por muchos años, décadas, tal vez unas 4 o inclusive 5 décadas… y recuerdo cuando yo era pequeña y hasta empezando mi edad adulta todos los turnos que hacías de trabajo, sin parar… tanto que tu mejor amigo, a quien conociste en la universidad, me dice que tus descuadres en el sueño de la noche él también los tiene y que son de esas tantas y largas noches de trasnocho en el trabajo.

Tus hermanas están siempre muy pendientes aunque viven lejos, me llaman y me escriben preguntando cómo estamos, les encanta cuando les envío fotos y videos tuyos. Les agrada mucho que comas bien y que lo disfrutes tanto, dicen que eso de la familia, que así somos todos los de la familia, que nos gusta mucho la comida.

Ahora con las restricciones por la pandemia no puedo ir a visitarte tan frecuentemente como antes ni tampoco quedarme tanto tiempo como lo hacía. Ni podemos salir a la cafetería del supermercado de la esquina de donde vives como lo hacíamos, a que comieras el palito de queso o el pan de jamón con un jugo de naranja que tanto te gustan. Entonces, cuando te llevo tus medicamentos e insumos te incluyo frutas como el chontaduro con sal que te encanta, las mandarinas, los duraznos, las granadillas además de jugos o yogures y pasabocas de paquete. Y me cuentan que son un deleite para ti, que hasta te acuestas a ver televisión y de a poquitos sigues comiendo; que te advierten que se te va a regar en la cama entonces tú comes con cuidado y así no pasa nada. Porque además siempre te gustaron el orden y la limpieza y mira, hasta ahora sigues así y que a veces hasta ayudas cuando te están organizando tu habitación.

También me cuentan (y me mandan fotos) que a pesar de que con el tiempo ya has venido perdiendo la habilidad para comunicarte, tienes amigas allá y que no se sabe ni de qué ni cómo es que hablan entre ustedes pero que te ven teniendo charlas con ellas, y eso que también tienen alguna demencia.

La última vez que fui a visitarte ya era más o menos media mañana y debías estar bañado, como había amanecido el día un poco frío, estabas metido entre las cobijas durmiendo profundamente. Y es que quién no, si son suaves y calienticas, mi mamá las compró la otra vez no sé en dónde pero le atinó porque resultaron deliciosas para dormir. Me contaron que te habías levantado solamente a tomar el desayuno y te habías vuelto a acostar, que no habías querido bañarte porque estaba haciendo mucho frío. Aunque, apenas viste que puse en tu mesa jugos y frutas, te sentaste en la cama para pedirme que te pasara de lo que había traído. Comiste yogur, después pediste un banano. Ya luego te paraste de la cama para sentarte en el sillón a ver televisión, vimos el noticiero y al terminar te busqué un canal de deportes, ahí te entretuviste. Ya luego entre tu cuidadora y yo te convencimos de que te dejaras bañar. Eso sí saliste del baño con frío a pesar de que te habían bañado con agua tibia, te vistieron, te pusieron hasta perfume y quedaste lo más de bien, fresquito y bonito. Como las visitas por ahora en pandemia no deben extenderse mucho, tuve que despedirme, te quedaste tranquilo y contento viendo un juego de golf. Antes de que te enfermaras también te gustaba mucho sentarte a ver deportes en televisión.

Al fallecer mi mamá, te mudé a la habitación que era de ella (ambas habitaciones quedaban una enfrente de la otra) porque tenía todavía más cosas que la tuya, entonces era más fácil pasarte a esa habitación que ya tenía todo organizado y además, aunque también tenías cuadros pintados por ella, los más lindos estaban en la habitación de mi mamá. Ahora tienes su cama hospitalaria a la que se le puede subir y bajar el espaldar y su televisor. Al principio, hace unos años, el televisor estaba en tu habitación pero dejaste de usarlo, te estresaba mucho ver la televisión aun si eran deportes. Como estaba todo el tiempo apagado probamos pasárselo a mi mamá, que anteriormente tampoco le gustaba, pero en ese momento sí le gustó. Ahora que ella ya no está volvimos a ponértelo, esta vez sí lo disfrutas.

Hoy en día pienso que siquiera te cambié a la habitación de ella porque ya llegó una nueva abuela al hogar y para mí habría sido demasiado duro ver que otra persona ya llenaba el lugar que era de mi mamá.

Y bueno, así vamos en esta compañía, ahora un poco separados pero esperemos sea pronto que ya se pueda volver a salir para disfrutar de agradables salidas y nuevas historias.

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