Hoy , mientras el peine volvía a deslizarse por la madrugada de mi despertar, a esas horas, donde el silencio aún bosteza, he descubierto una cana, no, no era la primera.., al parecer, detrás, había todo un jardín de donde empiezan a brotar, el paso de los años.

El viejo peine sujetaba la prueba del delito, cual detective con su lupa, donde la realidad, se vestía de un grisáceo tenue, mezclado entre el moreno de aquellos cabellos que aún se resisten a abandonar los años de juventud de otras épocas no tan lejanas.

Madurez, sí, es una forma de definirlo, no me atrevo a utilizar palabras mayores, nunca mejor dicho, pero ni yo ni mi peine, estamos preparados para semejante aventura, aún no, pero soy consciente de que el tiempo no está dispuesto a esperar ni un segundo para seguir pintando su lienzo sobre mi cabello,, y sobre mi alma, para acabar firmando como si fuera una reliquia.

Las mismas canas que ahora bailan en el aire, para acabar muriendo en el lavabo, escriben en sus danzas, pensamientos que jamás habría imaginado como.. soledad, vejez, abandono… perdón, me estoy poniendo melancólico por una cana al aire, cuando la vida está alfombrada de ellas.

Hoy el peine, siempre dispuesto a a arreglar los cabellos desgarbados de la rutina, se ha enfadado conmigo y me ha dado una bofetada de realidad, cuando el espejo, cómplice, siempre cómplice, se ha encargado de reflejar el reloj de las arrugas y de ..las canas para decirme quien soy.

Sí, podría teñirme el pelo de hipocresía, pero.. para que.. a estas alturas ya no tengo nada que esconder, el pasado ya oculta todo lo que debe y el presente se viste de Domingo de los de antes para dar un paseo por donde siempre y acabar dejando flotar las palabras en una caña de cerveza bien tirada, siempre atemporal, mientras saboreo un buen aperitivo  mañanero.

hoy el peine se ha enfadado conmigo y yo con el por enseñarme sin ninguna consideración, postales de una vida enmarcada en las primeras canas, canas al aire, que fallecerán en el suelo donde he paseado mi vida durante tantos años y donde un puñado de recuerdos se pierden entre las hojas te tantos otoños que se perdieron por el camino.

Hoy las canas que se balancean en el aire, se asoman al miedo que parecía tan lejano.. el miedo a la soledad, a la vejez, al olvido… no, no me quiero hacer mayor por mucho que el tiempo quiera decir lo contrario, acaso yo le he permitido semejante infamia, claro que no, pero el reloj del alma nunca se para porque funciona con la vida y sus manecillas van arañando el corazón cada vez que se mueven al compas de los recuerdos.

Ahora me empiezo a dar cuenta de que la realidad también se viste de colores menos vistosos, más…. serios, más reales.. porque tal vez aquella camisa con la que me engalanaba en mis mejores momentos, ya no me siente igual y a pesar de mi resistencia, a lo mejor tenga que mirar otras opciones, al fin y al cabo hay ropa para todas las edades,…quien lo iba a decir.

Hoy el peine se desliza suavemente entre mi vida, como los recuerdos entre mis dedos, como los anhelos entre mis entrañas, como los deseos entre mi mirada, mientras intento ser consciente de las verdades que me esperan, o de las mentiras que me esperaban para ocultar lo inevitable que nunca pensé que llegaría tan pronto aunque yo me sigo sintiendo un chaval porque sigo llorando con las películas tristes de sábado por la tarde.

No me veo paseando los Domingos por la tarde por el parque, con la mirada perdida en la hierba, no quiero ver la televisión durante horas hasta que el sueño me derrote y no quiero envolverme en la chaquetilla de punto para bajar a por el pan cómo la mejor de las misiones del día de hoy, porque hoy comemos cocido de añoranza, guisado con la templanza de las arrugas del tiempo que dibujan las manos trabajadas en el pasar de los años.

Hoy las canas al aire, vuelan como las hojas de color marrón, que caen de los arboles y que dibujan siluetas sinuosas en su viaje hasta el suelo, aunque las mías han querido hacer posada y fonda en el peine que no hace tanto colocaba un pelo moreno, a un lado o a otro, dispuesto a salir a comerse el mundo después de una sesión de secador, como los grandes artistas, faltaría más.

No entiendo la razón por la que el tiempo se empeña en dejar las marcas de su paso, no es necesario, es decir, si me siento joven por dentro, no necesito arrugas en las manos, no me hace falta marcas en los parpados, puedo vivir perfectamente sin que la piel muestre la más mínima muestra de flaccidez en cualquier rincón y por supuesto no veo ninguna razón para que le espejo refleje un color gris esparcido por mi cabello cómo quien da pinceladas al viento.

Ahora me pregunto cuanto pesa una cana, sobre todo por lo que lleva en su interior, pues cada cabello teñido del color de la nostalgia, está impregnado de vivencias, de experiencias, de alegrías y de tristezas y es muy injusto que acabe en el asfalto del olvido, cómo tantos otros momentos que pasaran por la historia sin pena ni gloria, pero no puedo hacer un album de canas, no creo que sea bueno para mi conciencia.

Hoy paso por al lado del centro de mayores del barrio y no me veo jugando a la petanca con los zapatos negros y los pantalones de tergal, mientras conversamos.. una vez más.. sobre el tiempo que va ha hacer o recordamos las mentiras de la mili, pero siempre empezando las frases con el mismo adverbio…antes… por que ya todas las frases empiezan de la misma manera.

No quiero pasarme el tiempo con un chato de vino peleón, de esos de que siguen sirviendo en las viejas tascas que se resisten a rendirse al tiempo y donde aún, cada día, siguen llegando los clientes de toda la vida, vestidos con sus mejores galas y peinando canas como un complemento más de su vestimenta para sentarse en la mesa de siempre y para tomar… lo de siempre, porque el camarero que lleva aquí tantos años, se conoce de memoria.

Madurez,,. cierta edad.. ya tiene unos años.. no me hacen falta eufemismos para definirme, es más, no quiero definirme de ninguna manera, aunque no me quede otra que rendirme a las puñaladas como…dígame usted… al entrar a algún establecimiento.. porque no quiero que me dejen el asiento en el autobús, aunque ya no esté para hacer demasiados kilómetros como en otros tiempos cuando no me importaban las distancias y… buf… que tarde es ya.

Las canas al aire que ahora me abofetean de realidad, no se van a llevar la tristeza ni la melancolía que permanece tatuada en las entrañas del alma, porque los recuerdos jamás llegarán al suelo, ni serán barridos por la escoba del presente, sino que un día se anclaron en la memoria y echaron raices en el jardín de la nostalgia, donde echan flores del pasado, de esas que duran todo el año… y toda una vida porque la conciencia no se puede ni se debe podar.

No quiero mirar planes de pensiones donde hipotecar mis pocos sueños y guardar la vieja cartilla acartonada donde mis ahorros duermen asustados por lo que pueda pasar y se esconden en la última hoja, para no ser descubiertos por las gafas medio caídas del interventor del banco cuando quieres pasar a informarte de los últimos movimientos para evitar sorpresas de última hora… que a estas edades ya no estamos para demasiados sustos.

Quien ha pronunciado … residencia… A mí, que me apaño perfectamente en todos mis quehaceres, no me hace falta que nadie me cuide, aún me puedo peinar mis canas y la vida me sigue dando fuerzas para seguir adelante, por que a mis…. taitantos me codeo que con gente de todas las edades y mis pequeños achaques no me van a impedir haciendo… bueno… tal vez eso ya no.. pero tengo un sinfín de actividades sin ningún problema.

Me niego a que una cana al aire, me deje pensativo más allá de lo justo, porque tengo mucho que hacer todavía y lo mejor es que tengo un espíritu a prueba de bombas y de arrugas en la piel, aunque a partir de ahora el peine actúe como testigo silencioso de devenir de los acontecimientos y el reloj de tantas madrugadas, se convierta en ese enemigo de cada día, porque el cansancio de la vida empiece a notarse un poco más.

Canas al aire, lágrimas al viento, cruce de recuerdos y algún reproche en el baúl de la memoria, en definitiva, toda una vida, en el peine de una existencia marcada por todos los momentos vividos y los que aún me quedan por vivir, porque no pienso ser victima de mí mismo ni de las manecillas crueles que nunca paran a mi alrededor.

Hoy peino canas y no pasa nada, pues no me considero mayor… aunque lo sea, pues mi conciencia me dice que ya no soy un chaval, pero me sigo ilusionando igual que cualquier niño, me sigo enamorando como cualquier adolescente, continuo llorando como cualquier adulto y sigo soñando, como cualquier persona, porque los sueños no tienen edad, ni conocen ningún calendario, entonces, no me dejaré llevar por la tristeza de una mirada. Jamás.

A  partir de ahora, tal vez, mi perspectiva sea diferente, debe ser diferente, porque la vida así me lo exige, pero no pienso renunciar a los valores que me han traído hasta aquí, porque hubo un tiempo, no hace tanto, donde pude saborear las mieles de la juventud en todo su esplendor y pude disfrutar de esas lunas llenas donde me sentaba a escribir ilusiones y donde las horas, sólo eran anécdotas sin más valor.

Por lo tanto, ni una cana, ni dos, ni cien, me van a impedir seguir disfrutando de cada momento hasta el fin de mis días porque la vida me ha echo el mejor de los regalos, y es poder vivir un poco más, con mis pensamientos y con mis recuerdos, con mis tristezas, con mis nostalgias pero con mis ganas de seguir, sin mirar atrás porque ya no me hace falta.

Ahora,  me toca empezar a vivir otra vida, no sé si mejor o peor ,pero diferente, toda un aventura, donde las canas, son los trofeos que he ido guardando a lo largo de los años y que hoy florecen en todo su esplendor para recordarme, que sigo vivo, con ganas de vivir y con toda la intención de llegar hasta el final, que desconozco pero que que no quiero conocer.

Hoy peino canas al aire

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