En el camino

En el camino

Mar Olivares

04/06/2017

Apenas recuerdo nada de mi infancia. Constantemente me atenaza la vertiginosa sensación de haber caído a través del tiempo, dejándome atrapada en la zozobra de recuerdos no vividos y sabores inventados. Y así, sin raíces, las fronteras entre la realidad y la ficción se me antojan desdibujadas. ¿Era yo aquella niña que hablaba por los codos y reía con la gracia de la inocencia? ¿O sin embargo era la que permanecía callada bebiendo de las palabras insulsas con las que los adultos trataban de sazonar el malentendido silencio? Todo se funde en un mismo olor que parece transportarme vaporoso por un camino sin retorno, oculto a conciencia por temor a que cualquiera pudiera seguir mis pasos y darle un origen a mi nombre. Nadie debía saberlo. Y cada vez que lo escuchaba en boca ajena, una magia feroz y amarga, cómo todo lo que me rodea, parecía devolverme al sendero del que no me correspondía salir. Y mirándome los zapatos rojos con los que me había empeñado en hacer más incomoda mi andadura, me preguntaba si no sería más normal el querer huir que el querer quedarse. Será por eso que siempre he sentido más simpatía por los ciento volando, antes que por el pájaro que permanece inmóvil, sin morder la mano del cauteloso. ¡Maldita dulzura! Pero que dulcemente me condena esa curiosidad con la que compulsivamente emprendo un viaje sin haber completado el anterior, a sabiendas de que no llegaré al final de ninguno, al final de nada. A sabiendas de que la Nada se las ingeniará para inventarse su propio final. Porque, si de algo tengo certeza, es de que jamás terminaré lo que empiezo. Prefiero mil veces flotar en el aire de la incertidumbre antes que llegar a darme cuenta, como ahora, como siempre, de que no recuerdo haber vivido. Antes de que sin gloria y con lo puesto vuelva la magia, amarga y feroz, como todo lo que me rodea. Prefiero la inestabilidad y el caos de lo desconocido antes de que ya no me quede nada por conocer. Prefiero no tener recuerdos antes de que mis recuerdos me prefieran a mí. Prefiero el café solo y sin azúcar. Y así, nadie podrá seguir un camino desprovisto de migajas.

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