Tan espeso, tan denso, tan amargo, tan fuerte que se quedó pegado al fondo de mi garganta. Fue como un poderoso golpe, un sabor que entró por la nariz y se instaló rápido en mi paladar. No sabía, hasta entonces, que los olores tan fuertes tuvieran tanto cuerpo, tanto impacto que se pudieran comer, literalmente.
Hizo llorar mis ojos, picar mi nariz y arañar mi gaznate. Se quedó pegado a mi laringe aquel olor tan putrefacto, imposible hacer que mi estancia allí pudiera dilatarse más en el tiempo.
– Lo siento señor, pero prefiero buscar otro hotel más …. cerca.
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