En el Parque Nacional de Bogotá, había unos puestos de fritanga donde alguna vez acompañé a mi amigo Gustavo Horacio Castañeda. Este término muy colombiano se le da a una comida típica que se consume especialmente los fines de semana y que consta de: chorizo, chunchullo o intestino delgado y morcilla de cerdo. Higado, pulmón o bofe y más frituras de vaca, esto se puede complementar con: aguacate, ají, mazorca, papa criolla, plátano asado…

Estos sitios de venta de fritanga, instalados en puestos callejeros y restaurantes, donde la gente queda atrapada por sus atrayentes olores y colores se conocen como piqueteaderos. Guardan una forma de comer, que en principio, se ve como rústica e informal pero que se frecuenta a menudo. La bebida o sobremesa va -casi siempre- acompañada del típico refajo compuesto por: gaseosa colombiana mezclada con cerveza. La comida es bastante popular por lo tanto es motivo de orgullo, para algunos de estos establecimientos, que por allí pasen personas de clases sociales altas.

Lo anterior viene a colación, ya que cuando tenía unos diez años fuimos invitados con mis padres y hermanos a casa de Leonor Llanos, esposa del tío Luis Espinosa. Esta maravillosa mujer nos acogía con tanto cariño y alegría que nos gustaba quedarnos a dormir allí. Era una gran anfitriona que nos consentía y daba gusto, haciéndonos pasar ratos inolvidables; en la casa había abundancia en comidas y bebidas.

Esa noche terminamos de comer fritanga y beber refajo hacia las cinco de la madrugada, los adultos consumían cerveza, aguardiente, ron…El exquisito sabor de los pequeños pedazos de comida, de diferente coloración, con ese aroma tan atrayente hicieron de la gula un pecado capital. Al poco rato de acostarme se me empezó a revolver el estómago y sentí algunos dolores…me dieron ganas de ir al baño, salí corriendo de la habitación por el deseo inminente, estaba en calzoncillos y al cerrar la puerta e irme a sentar en la tasa del baño vomité y defequé al mismo tiempo. Como pude me limpié, boté los interiores a la cesta de la basura y luego me puse a limpiar el piso; después me duché, pero no tenía con que secarme el cuerpo así que esperé un rato mientras pensaba como salir de allí empeloto. Finalmente, salí corriendo lo más rápido posible y me metí a la cama.

Esta querida pareja vivía con sus hijos: Cristina, Carlos, Leonor y Juan; el mayor de los hijos -Luis- no se encontraba en casa. Me daba pena con ellos y por lo sucedido, especialmente por la cagada -nunca mejor dicho- y después por salir desnudo.

Ese día fue de constante burla y risa, quedando en la memoria de todos y especialmente de Leonor ya que me había visto pasar como decía ella: “con las bolas al aire”.

Si la gente se indisponía del estómago siempre se culpaba a la comida, en este caso a la fritanga, curiosamente: ¡el licor nunca hacía daño!

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