Hoy la he vuelto a oler.
Subía por las escaleras camino a casa, después de otro anodino día de trabajo, y me llegó su olor. Ese olor a pizza precocinada de supermercado, un aroma a mezcla de queso con ligeras connotaciones de plástico fundido. Como las que solíamos cenar cada noche que quedábamos en su piso. Esas pizzas que no nos sabían a nada, porque estábamos impacientes por lo que venía después. Pizzas que masticábamos lentamente, sin apenas hablar, entre risitas de enamorados, diciéndonos todo entre miradas. Pizzas que apenas saboreábamos, mientras degustábamos silencios placenteramente incómodos. Esas pizzas que rara vez lográbamos terminar, porque la gula carnal y el deseo de devorarnos el uno al otro nos vencían siempre antes de tiempo.
Años después te he vuelto a oler. He vuelto a verte tal como te recordaba. He vuelto a oír tu risa de niña pequeña. Casi he podido notar el suave tacto de tu piel, en la boca se me agolpaba la saliva. Y un orgasmo de melancolía ha dejado famélica mi alma.
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