Era un aroma muy intenso y agradable, no sabía de dónde procedía, solo sé que emanaba de la calle 44 de alguna de las numerosas viviendas que había al lado de la vía, lo más particular de esta situación, era que a la misma hora todos los días en aquel acceso vial que tenía que atravesar a mi morada, mi nariz era perturbada y emancipada por aquel atractivo aroma único e indescriptible, era algo glorioso, solo de imaginar qué clase de chuleta era la que se preparaba con tan perfecto sazón se me hacia una pequeña lagunilla debajo de mi lengua que luego era succionaba por mi garganta, aquella bajaba lentamente y luego mi estómago se unía lentamente a este particular espectáculo.

Maldita sea tenía que ser siempre a la hora del almuerzo, justo cuando llegaba a casa a comer algo después de salir de la universidad, justo cuando tenía un hambre voraz e impaciente difícil de controlar.

Muchas veces me quedaba estático para esperar que mi nariz me diera alguna pista o coordenada de donde procedía, era en vano pues el tráfico y el gentío que pasaba por allí lo hacían refundirse, sin mencionar la cantidad de establecimientos de comida que con su multiplicidad de aromas lo hacían aún más invisible, pero aun así mis órganos sensitivos sabían que aun rondaba por allí y seguía más presente que nunca.

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