Vamos a probar(nos)

Ambos comensales miran impacientes la comida.

Ambos se miran mutuamente y se quitan el envoltorio con los ojos.

Quieren probar el postre.

Pero primero disfrutarán tomando un poco de vino tinto, unos deliciosos nachos, un poco de ensalada mediterránea y una potente pizza Diavola.

Arde casi tanto como sus ganas.

Han comido muy bien estos 6 meses juntos.

Se han alimentado recíprocamente.

Se han puesto sobre la mesa libros, canciones, conciertos, películas, puntos de vista, valores, principios, bromas, formas de querer.

Ambos muertos de hambre y con mucho alimento que ofrecer.

Una pareja extraña.

Una chica que tuvo una relación complicada con la comida en la adolescencia y un cocinero.

Al principio ella ni siquiera podía comer con él delante.

Pero él, incansable, siempre le preparaba la cena.

Y luego se devoraban sin cubiertos sobre su colchón.

Poco a poco, ella empezó a saciarse en todos los sentidos.

Y probaron todos los menús que la vida ofrece.

Ella le daba ideas y él las realizaba.

Buscaban inspiración por el mundo.

Pero el postre… el postre siempre era el mismo.

Él la probaba triste, feliz, preocupada y nerviosa.

Ella se dejaba morder.

Bromeaban con crear el plato perfecto y montar en algún momento su propio restaurante.

Muertos de hambre. De vivir.

Él la reconcilió no sólo con la comida sino con la vida.

Porque en aquellas cenas, en el fondo, lo importante no era la comida, sino la compañía.